Wednesday 10 December 2008

yopongocondon.com



Yo ni con condón. Después de oírlo rapear yo también la cojo (la puerta), lo toco (el botón del ascensor), lo pongo (el abrigo... ¡con estos días de frío!)... y también yo floto pronto. Y no creo que nos volvamos a ver hasta que aprenda a hablar como una persona normal. Con sus amigos macarrillas —si és que en té, que más bien parece sacado del barrio de Salamanca—, que utilice su jerga agilipollada, pero estropear un momento romántico, en el que debería haberle hablado con ternura, como un baboso enamorado, con un "floto pronto" (con medio acento extranjero —que es como decir "¿Es claro?" tras una explicación de canto), ¡no tiene perdón de dios!, como poco se te quita la calentura, (con voz aguda) "Oh my god, oh my god"—abanicándote con la palma de la mano derecha y apoyando las yemas de los dedos de la izquierda en el pecho —"me he vuelto frígida... así... de repente" (¡¡Nah, estoy delirando, a esta no le va este teatrillo!! Parece más del tipo que coge al toro por los cuernos). Ella lo acepta porque es macarra, como él, a pesar de lo cual resulta hasta gracioso oírla hablar del "bombo" con tanta seriedad. La parte de los pozos y fosos y el "somos dos" me ha dejado momentáneamente empantanado y luego, "escocido" por la duda, imaginándome parte de la escena, me han entrado ganas de ir corriendo a buscar el diccionario: "Anda, espérate un momento ahí, que ahora vuelvo", y de camino pienso, "¿Esta frase es de relleno o me he perdido algo?"

No comparto su decisión de liarse al final con él. Pero a quién le importa mi opinión. Ahora mejor le pongo stop a esto, apago el ordenador y noapte buna (guiño a Chris ;).

Saturday 25 October 2008

Retrete de embajadores

Me despedí de Pablo y Natalia, que tomaron el sentido contrario. Caminé de vuelta a casa con Marie, Nina y Javier hasta la plaza de Santo Domingo y con las dos primeras hasta La Latina. Después seguí solo hasta la glorieta de Embajadores y entré en el metro. Era la una y treinta y pico y esperaba que no hubiese pasado el último tren. En un banco del andén que daba la espalda a las escaleras mecánicas había dos chicos sentados. No me di cuenta de su presencia mientras subía, me llamó más la atención el cartel rasgado de Memorias de una ninfómana y me acerqué a echarle un vistazo antes de colocarme en la parte delantera del andén. Absorto en mis pensamientos, miraba alternativamente el andén de enfrente y los minutos que faltaban para que llegase el tren. Y fue en una de esas idas y venidas de mi cabeza que me percaté de los dos chicos sentados en el banco, y en una posterior que vi que uno de ellos se dirigía a su compañero, que seguía sentado, con la mano en la bragueta desde la esquina más próxima al banco. Se sentó y un minuto después ambos se levantaron, tomaron las escaleras mecánicas descendentes y desaparecieron.

Yo aproveché para husmear. El charco que esperaba encontrar fue la prueba.

Tuesday 21 October 2008

Sobre a nudez forte da verdade o manto diaphano da phantasia


Estatua de José Maria de Eça de Queiroz por Teixeira Lopes, desde la Rua do Alecrim, Bairro Alto.

Wednesday 15 October 2008

Bicharraco inmundo

Después de los voladores, los bichos que más miedo me dan son los saltadores, seguidos de los que caminan rápidamente, los que lo hacen más lentamente y los que se arrastran. Aquí no considero a las serpientes. Estas me dan más miedo que ningún otro, pero a estas no las llamaría bichos. Nunca bajaría corriendo de mi habitación después de ver una serpiente en mi cama y le diría a mi madre, "Hay un bicho en mi cuarto". No hay un bicho, HAY UNA SERPIENTE. Son palabras mayores.

Así que imaginaos la escena. Estáis en la sala sentados en la silla del escritorio dividiendo vuestra atención entre vuestra madre, que está al teléfono, y un episodio de Dirty Sexy Money, y, sin avisar, os llega un sonido como de matraca de debajo de la silla. Naturalmente os levantáis, giráis un par de veces la silla y la hacéis rodar un rato por el suelo de parqué con el oído atento en busca del problema. No oís nada extraño, así que os sentáis de nuevo.

Al cabo de media hora, esta vez hablando con vuestra hermana, vuelve a sonar la matraca debajo de la silla, y esta vez lo hace de tal forma que os levantáis de un salto pensando, con fundamento o sin él, tampoco tenéis mucha experiencia selvática, que hay una serpiente en la sala, por muy imposible que parezca que una serpiente haya podido colarse en un quinto piso del centro de Madrid. A serpiente os ha sonado, y habiendo quedado claro esta vez que no ha sido la silla porque el sonido se repitió unos segundos después de haberos erguido, en vuestro cerebro seguís visualizando la fuente del ruido como una serpiente y oteáis alrededor en busca de algún indicio de su presencia. Con una pequeña linterna, envalentonados por el apoyo sonoro a través del auricular, examináis los bajos del sofá, y constatáis que es de urgencia moverlo para limpiar debajo, y tomáis nota mental de ello para la limpieza general del domingo siguiente. No hay rastro del animal. Vuestra hermana os confirma que oyó el ruido y que cree que es del móvil, peores ruidos ha hecho otras veces, dice. Pero a vosotros no os conforta, solo os sirve para confirmar que el ruido provino de vuestra sala, y no podéis dejar de pensar que no sonó en mono, sino en Dolby Surround 5.1 por lo menos, y entonces recordáis las palabras de Tania: "¿Tu tele tiene sonido envolvente, no?" "Eh, nunca me había fijado, la verdad, pero ahora que lo dices", y apretáis al botón del mute en el mando. Escucháis. Nada. Silencio.

Colgáis y os vais a prepararos unas uvas a la cocina. Ponen Buenafuente en la tele ahora. A punto de meter una uva en la boca, esta vez sentados en una de las sillas de la mesa de comedor debido a que la del escritorio no os genera confianza, con la sonrisa empezando a desvanecerse para separar los labios y hacerle hueco, giráis medio cuerpo porque sois de naturaleza nerviosa y no os podéis quedar un segundo quietos, y veis un insecto enorme en la pared, unos cuarenta centímetros por encima del monitor. Si la sonrisa no se os había acabado de borrar mientras abríais la boca para introducir la uva, ahora seguro se ha desvanecido del todo. Dejáis la uva en el plato, os ponéis a la pata coja y os sacáis la sandalia del pie derecho. Y os acercáis. Un cuarto de paso. Chuuus. Otro cuarto de paso. Y salta. Tragáis saliva. Al sofá, os ha parecido que ha ido. Os quedáis de piedra con la sandalia en la mano y movéis los ojos lentamente a la izquierda. Cuando comprobais la inexistencia de peligro inminente os ponéis la sandalia en el pie derecho sin movimientos bruscos y, como si la cosa no fuera con vosotros, hacéis mutis por el foro.


Después de este ejercicio de imaginación, estáis en condiciones de entender que me metiera en mi habitación y cerrase la puerta detrás de mí. También que mirase, dentro, a mi alrededor con suspicacia, me inspeccionase a mí mismo en los espejos de las puertas correderas del armario, asegurándome de que no llevaba la bestia parásita sobre mí, y procediese inmediatamente a desvestirme para ponerme a continuación ropa de calle por si tenía que salir huyendo de la casa y llamar a los bomberos.

Con gran sigilo abrí la puerta. Comprobé que no había moros en la costa, salí y empecé a caminar. Miraba de derecha a izquierda con pasadas rápidas. Y allí lo vi, encima de la mesa, inmóvil. Levanté la pierna derecha otra vez, me saqué la sandalia, aproximé la mano lentamente y ¡ZAS! Todavía se movía. ¡Zas! otra vez. Era la una menos cuarto, demasiado tarde para llamar a alguien y decirle que tenía un bicho muerto encima de la mesa. Le mandé un mensaje a mi hermana: "Mari, era un saltamontes o algo así. Qué susto me ha dado cuando lo vi en la pared encima del monitor! Ahora está muerto en la mesa. Espero q no haya más. Jose"

Estoy paranoico ahora.



(Fotos tomadas a la mañana siguiente)

Tuesday 14 October 2008

Acto sexual que se utiliza con el ano

Estoy viendo, bueno, acaba de terminar, el programa GPS Testigo directo en .nova, que esta semana trata de los tópicos nacionales: que si interesa más el deporte que la política, que si los catalanes son tacaños, que si existe la rivalidad entre ciudades vecinas, que si mueven más dos tetas que dos carretas. Nada de lo que he visto me ha parecido objetable ni destacable, nada salvo una cosa. Tratando de descubrir si el tópico de que las rubias son tontas es cierto, seleccionaron a tres chicas rubias y tres morenas de las que pasaban en ese momento por la calle Preciados, creo recordar, y les hicieron unas preguntas de cultura general, dijeron. Al llegar al último bloque de preguntas —Sexo—, las morenas iban uno o dos puntos por encima de las rubias, pero estas demostraron ser un poco más sabidas en este bloque y consiguieron al final empatar el marcador general.

Primera pregunta: definición de cunnilingus. Todas estaban bastante puestas y no recuerdo que ninguna fallase. Me extrañó, sin embargo, la forma en que una de las rubias formuló su respuesta. Creo que dijo que era un acto sexual que se utilizaba con la lengua. Algo así. No recuerdo sus palabras con exactitud porque no fue hasta que contestó a la siguiente pregunta que pensé que lo suyo no podía ser normal, ¿cómo era posible que utilizara dos veces seguidas la misma estructura errónea? Preguntaron qué era un "griego". Las morenas contestaron, con cachondeo, "natural de Grecia", "¿un yogur?", y sincera y poco ocurrente, la última, "no sé". Las rubias estuvieron más acertadas, pero la que definió cunnilingus de aquella forma extraña respondió, palabras textuales: "es un acto sexual que se utiliza con el ano". Entonces cogí un boli y anoté la frase. Esto tenía que ponerlo en el blog independientemente de que las dos últimas entradas ya hubiesen sido inspiradas por un programa de televisión. Con un poco de suerte no habrá una cuarta.

Sunday 12 October 2008

ncuatroº

Aunque no soporto las noticias deportivas, esta tarde me quedé viendo las de Cuatro. Nunca antes había visto el informativo de esta cadena, nunca me coincidió a esas horas estar haciendo zapping y haber llegado hasta el canal diez, que es donde la tengo sintonizada. Me llevé los Cheerios, la napolitana y el capuchino al sofá; me senté enfrente de la tele y me entretuve viendo las noticias económicas, las inundaciones de Coslada y la Cañada Real y los dos buques varados en el estrecho. Sonó entonces la sintonía de los deportes (que sabía que venían cargaditos de las hazañas del "hombre anuncio" Fernando Alonso... y de fútbol, que no falte) y cogí el mando para cambiar como de costumbre. Pero en vez de continuar con mi barrido ascendente, me quedé con el mando en la mano sin hacer nada y finalmente lo volví a dejar sobre la mesa. Quizá fue la complicidad entre los presentadores o el enfoque informal que le dan a la información o la promesa de un reportaje sobre la crisis del sumo. No sé. Fuera por la razón que fuera, me quedé viéndolo. Y no estuvo mal. La falta de seriedad —debo reconocer— me descolocó, sobre todo en el reportaje sobre el perjuicio que las drogas están causando al deporte del sumo, que habría sido más adecuado para un programa como el desaparecido Noche Hache que para un informativo serio. Juro que busqué la mosca de la tele para asegurarme de que todavía estaba viendo las noticias: ¡y allí estaba el ncuatroº! Noticias de coña de temática deportiva para tiempos de crisis. Al fin y al cabo, aparte de dar los resultados y las clasificaciones, o contar ('explicar' para los catalanes) las incidencias del encuentro, la etapa o lo que sea, ¿qué más se puede decir?

Y así transcurrió el día. Con un coñazo de desfile que me pasé durmiendo todo el tiempo que duró (no oí los abucheos a Zapatero de este año ni vi tanques por las calles de Madrid). Con unas noticias de coña acompañadas por un suculento desayuno a la hora de comer. Limpieza general. La subida de las temperaturas. La peli del United 93 que me hizo temblar de rabia.

Saturday 11 October 2008

Honestly

Ayer vi a Jaime Bayly en las Noches blancas de Sánchez Dragó en La Otra. El escritor iba disfrazado. No me acuerdo muy bien de su atuendo porque no me fijo en esas cosas, pero recuerdo que iba demasiado abrigado y bien embutido en un gorro, un gorro de los que me gustan a mí, pero que yo preferiría blanco. De haber llevado una pipa, lo habría confundido con Sherlock Holmes; pensé en ello: este tío excéntrico me recuerda a alguien. Exhibía una pose inusualmente suelta, con una pierna apoyada con ostentación sobre la otra, sobresaliendo su rodilla por encima de la mesa, una pose de "soy la leche, mírame y ríndete ante mí". Quería hacerse pasar por un intelectual, aunque quedaba bastante claro que no lo era. Como comunicador me pareció horrible, no tenía la más mínima gracia y no daba gusto oírlo; sí lo daba oír a Sánchez Dragó, que contaba las historias de la novela mucho mejor que su propio autor, a pesar de que este era el protagonista de esas vivencias. Me pareció superfluo y muy creído: casi al final de la entrevista le dijo a Sánchez Dragó: nos quedaríamos aquí dos horas más por lo que nos gusta hablarnos... u oírnos. ¡¡Por favor!! No escribe mal (o no escribía mal cuando lo leía), y Sánchez Dragó alabó vehementemente El canalla sentimental, su última novela; pero como contador de historias es un negado, no tiene la gracia natural de Miguel P. ni de lejos, ya le gustaría a él. Además, me pareció muy sospechoso que se contradijese algunas veces o se olvidase de supuestos detalles de su vida que contaba en la novela. Si realmente ha vivido todas esas anécdotas, ¿cómo puede olvidarse de que en una determinada historia aparecían dos mujeres y no tres?, ¿o por qué habla de su novio y dice que prefiere verlo como amigo íntimo, que el sexo ya no le interesa, si más adelante en la charla, cuando Sánchez Dragó le pregunta si la ruptura final de la novela es cierta, él dice que sí, de manera que su novio ya no es su novio sino su ex novio?, ¿o cómo es que deja de llamar Blanca a una mujer a la que se ha referido todo el tiempo como Blanca, una argentina de la que está colado y con la que montó en bicicleta por el Retiro esa misma tarde, y la llama María de repente? Después viene con la historia absurda de que se llama Blanca María, ¿no es maravilloso? Honestly!! Si yo me dedicase a caricaturizar a todas las personas que conozco, a utilizar la hipérbole para contar todas las insulsas historietas de mi vida, también esta sería interesante; lo sería la de todo el mundo. Y probablemente todos nos olvidaríamos de si aparecían dos o tres personas, o de si Blanca se llamaba Blanca o María. Vamos, que no me creo una sola palabra.

Wednesday 8 October 2008

La piedra que desecharon los arquitectos


Salí de la parroquia de San Manuel y San Benito en Alcalá 83, crucé la calle Lagasca, bajé los escalones del metro (Retiro), torcí a la derecha en la encrucijada de túneles y, después de introducir el billete en el torno y coger hacia la izquierda, en el pasillo que conduce al andén con dirección Cuatro Caminos, sobrepasé a dos señoras que hablaban del concierto. Aminorando el paso ahora, giré disimuladamente la cabeza hacia un lado para mejorar mi audición y escuché lo siguiente: "¡Qué bien canta la gente joven!, ¡tienen unas voces!", "Se nota que tienen una preparación", "¡Y se les ve tan jovencitos!", "Bueno, yo me voy para allá [el final del andén], que me bajo en Cuatro Caminos".

La última frase, aunque parece desentonar, es en realidad relevante por indicar que ahí terminó la conversación una vez alcanzamos todos el andén. Yo primero, claro. Como una flecha las adelanté (como ya he comentado) a mitad del pasillo que cruza las vías de la línea dos, si bien en ese preciso momento, arrasado por un repentino afán de cotilleo, me entró una oportuna cojera y comencé a arrastrar los pies con lentitud, con la cabeza ligeramente ladeada y la mano extendida tras la oreja izquierda —espero que con gran disimulo— para ayudar a conducir las ondas sonoras extraviadas, a las que se veía en camino de enredarse con mi pelo, las muy tontas, por su orificio pertinente. Confirmado el fin de la conversación por la frase que parecía, sin serlo, irrelevante, con la información fresca en la cabeza, abrí la mochila, palpé el fondo en busca del portaminas, que saqué junto con un folleto doblado por la mitad del Satellite U400-11Z que cogí hace unas semanas en El Corte Inglés de Goya y mantuve todo arrugado en la mochila durante este tiempo, y escribí "Qué" en el folleto. Miré espantado el "Qué" en el folleto y desistí inmediatamente de mi actividad ante la dificultad de distinguir el tenue trazo que imprimía el portaminas sobre el papel brillante. Traté de pensar entonces en qué otro papel podría utilizar aparte de los muy tentadores artículos sobre MQWs de Tania que me llevé para mirar en el metro, y, ya al borde de la desesperación, a punto de decirme, Lo siento, Tania, pero le va a tocar a uno, y empezar con la cantinela del eenie meenie minie moe, recordé que dentro de la agenda había un folio plegado con dudas (sobre temas que no vienen al caso). Lo saqué sin esperar un segundo más y como un poseso escribí ¡Qué bien canta la gente joven!... y me quedé aliviado. No me fío de mi memoria cuando se trata de reproducir las palabras de alguien. Luego sufro tratando de recordar.

El concierto era del Coro Xenakis y fue organizado por la junta municipal del distrito de Salamanca (Pijolandia) como parte de las actividades de la Semana de la Arquitectura. De los cuatro actos en que se dividía, el que más me gustó en su conjunto fue el segundo y mis canciones favoritas de todo el concierto fueron Veni Sponsa Christi y Aita gurea, con las que conseguí por un momento encontrar la paz, con la mirada perdida en los mosaicos de la cúpula y las bóvedas del templo neobizantino. Las canciones más modernas, a pesar de lograr producir efectos sonoros interesantes, terminaban aburriendo. Téngase en cuenta que cuando con más fuerza aplaudió la gente fue después del segundo acto y del Aita gurea, sin contar los cuatro despistados que aplaudieron después del Benedictus, y, sin ánimo de ofender, después del tercer acto se levantó más de una persona de sus asientos, me imagino que con intención de largarse, para alegría de los muchos que estaban de pie abarrotando la iglesia y que por fin pudieron ocupar su asiento. Las poesías, por otro lado, con el denominador común de su ininteligibilidad en ocasiones debido a la mala acústica de la iglesia, al menos desde donde yo me encontraba, estuvieron bien (no me mojo más), y Víctor, glorioso Víctor, el primo de Natalia, me pareció el mejor recitador (¿sublime es la palabra?), con una fuerza y una pasión que por momentos resultaba "escalofriante" (por decirlo de alguna manera).

El ver a unos cuantos arquitectos, o no arquitectos, en un coro de la Escuela de Arquitectura en todo caso, en una iglesia —la susodicha—, me ha dado la excusa perfecta, ¡sí sí sí!, para plasmar aquí los versículos: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular / Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente" (Salmos 118:22,23), que se proclamaron, así dijo el cura este domingo, Proclamación del Santo Evangelio según San Mateo, en la lectura del, lo dicho, Santo Evangelio según San Mateo de este domingo. Como no me gustó la versión del portal de la Archidiócesis de Madrid, pongo el texto del portal de la Diócesis de East Anglia (mi segunda opción):
Jesus said to the chief priests and the elders of the people, "Listen to another parable. There was a man, a landowner, who planted a vineyard; he fenced it round, dug a winepress in it and built a tower; then he leased it to tenants and went abroad. When vintage time drew near he sent his servants to the tenants to collect his produce. But the tenants seized his servants, thrashed one, killed another and stoned a third. Next he sent some more servants, this time a larger number, and they dealt with them in the same way. Finally he sent his son to them. 'They will respect my son,' he said. But when the tenants saw the son, they said to each other, 'This is the heir. Come on, let us kill him and take over his inheritance.' So they seized him and threw him out of the vineyard and killed him. Now when the owner of the vineyard comes, what will he do to those tenants?" They answered, "He will bring those wretches to a wretched end and lease the vineyard to other tenants who will deliver the produce to him when the season arrives." Jesus said to them, "Have you never read in the scriptures: "It was the stone rejected by the builders that became the keystone. This was the Lord's doing and it is wonderful to see? I tell you, then, that the kingdom of God will be taken from you and given to a people who will produce its fruit."
(Matthew 21:33-44, 27th Sunday of the Year A)

Polite notice:) This reading was kindly brought to me (and now to you) by the Roman Catholic Diocese of East Anglia, a la que pertenece la OLEM church de Cambridge, Inglaterra, mi antigua iglesia, no se confunda con Cambridge, Massachusetts, nuevo hogar de Jinyong; and the Vienna International Religious Centre.

Wednesday 1 October 2008

Los avioncitos de las narices

Ahora entiendo lo que sufren los que viven cerca de un aeropuerto. Llevamos más de media hora soportando los continuos ires y venires de aviones militares por encima de nuestras cabezas. Cuando empezaron a pasar los primeros, cambié a Telemadrid para ver si informaban de lo que estaba ocurriendo, y fue Carlos Berzosa, Rector Magnífico de la Universidad Complutense, el que, al teléfono desde el hotel Ritz, entrevistado en relación con la Universidad de Mayores, se quejaba del rebumbio que no le dejaba oír, y se preguntaba a qué podría deberse. Los presentadores de Buenos días, Madrid, muy prestos, dejaron caer que el 12 de octubre es El Pilar, y dijo él, "Ah, se tratará de un ensayo", y yo, "Ah, tiene sentido". A veces hablo solo. No había caído en que en un par de semanas es El Pilar.

Si estoy aquí en casa a esta hora escribiendo, y si he podido consultar la televisión autonómica, que no suelo ver salvo por accidente —como ocurrió a principios de esta semana, lo que me sirvió para darme cuenta de que hay crisis, y de la gorda, recesión (¡gracias, Telemadrid!, muy especialmente por regalarnos el Diario de la Noche, con el imparcialísimo Hermann Tertsch, y por ser la causa de tanta tranquilidad cuando me voy a la cama y tan felices sueños), si ya me lo decía Tania hace quince días, "Jose, no te compres una nueva portátil, que estamos en crisis", y lo repetía taxativa mi hermana mayor, "¡No, no, la respuesta es no!"—; si estoy en casa a esta hora, repito, es porque tengo a un par de albañiles en el baño cambiándome el falso techo después de que se mojaran tres de los paneles en la inundación. Llevan ahí desde las nueve. Llegaron con el material, se pusieron manos a la obra de inmediato e inmediatamente el más experimentado exclamó: ¡Qué calor! Como si esa frase, qué calor, fuera una consigna secreta del superior al subordinado, el desencadenante de lo que estuviera por venir, ambos empezaron a quitarse la chaqueta. Hipnotizado yo también por la consigna y la consiguiente simultaneidad de sus gestos, me miré al pecho y, dándome cuenta de que no había nada que quitar, que estaba ya en camiseta de manga corta, pensé, Vaya, la típica escena de los albañiles, que con la excusa del supuesto calor—la mañana está fresquita, y quedaron las ventanas de la sala y el baño abiertas toda la noche—, se quedan ligeritos de ropa y comienzan una orgía, mal por mí por albergar tal pensamiento, peor por el atrevimiento de estamparlo aquí con total indecencia. Pero no. Salió el ayudante del baño —yo los miraba desde la esquina de la cocina con el dormitorio, más que nada para asegurarme de que no encendían la sierra eléctrica y me llenaban el piso de serrín y polvo de vinilo—, y dejó la chaqueta en el respaldo de la silla de comedor más próxima a él, encima de mi camiseta roja. Es un misterio lo que hizo el jefe con su chaqueta. Lo vi en ademán de quitarse algo y ciertamente se puso a continuación un chaleco, pero, ¿qué fue lo que se quitó y dónde lo dejó?, ¿saldría acaso el ayudante con las chaquetas de los dos en un fajo y las podría encima de mi camiseta roja? Aunque parecería que la distancia que recorrió fue la suficiente para que se demoraran los segundos que uno tardaría en leer el relato de los hechos, debo puntualizar que en realidad todo ocurrió de forma casi inmediata, él no se vio en la necesidad de dar más de dos pasos, el piso tampoco da para largos paseos, y, al volverse, me dijo riendo, ¡Hace calor!, y yo pensé, Uy uy uy, aunque dije, Bueno..., ni lo afirmo ni lo niego. Pero dejadme que repita, No. Que no hubo escena típica, si es que típico es de albañiles implicarse en asuntos tan turbios en horario laboral y no es de fontaneros o butaneros, o no es escena típica de ninguno y estas cosas solo se le pasan a uno por la cabeza a las nueve de la mañana después de haber dormido sólo cuatro horas e irse a la cama con un par de filetes de merluza empanados congelados en el estómago, de estos que hay que hacer en la freidora, pero que uno se empeña en hacer al horno, empecinado por el hecho de que eso era lo que buscaba el lunes en el supermercado de El Corte Inglés de Princesa, y eso era lo que creía que había comprado, hasta que en el último minuto se da cuenta de que los 180º de que se habla en el modo de preparación no se referían a la temperatura del horno, sino a la del aceite en la freidora, y, radical, se reafirma en su determinación de nunca, nunca, jamás, freír nada en su cocina, que para algo se ha comprado las patatas fritas congeladas para hacer en el horno, mientras mete los filetes en el horno a 220º al lado de las patatas en una bandeja de teflón para pizzas, y estos tardan décadas y décadas en hacerse y no se doran, como mucho se queman, y salen (¡al final salen!, y cuando lo hacen, las patatas ya fueron devoradas tiempo atrás y seguro se han desintegrado ya en agua, proteínas, almidón, fibra, fósforo, potasio, magnesio y un largo etcétera) con el rebozado (no quemado, que conste) completamente duro y del mismo color que cuando entró en el horno, y se enfrenta al plato soso con dos pedruscos aplanados de merluza marronácea clara, pero se los come igual, a desgana, pero igual, que no va a tirar la comida. Sea como fuere, me quedé mirando a los albañiles desde mi posición inicial un rato. Comprobé que utilizaban un práctico e inofensivo cutter para adecuar las dimensiones de los paneles a los huecos dejados por los paneles viejos, y poco después, moralmente obligado a hacer algo útil, me vi envuelto en la temida escena (y no por temida menos típica) en la que me coloco delante del fregadero en la cocina y rasco y rasco y rasco la grasa reseca de la bandeja de teflón, y la bandeja queda toda desgraciada como resultado, pero que nadie se preocupe, que ya lo estaba algo, ya he dicho que la escena no por temida dejaba de ser típica.

Wednesday 17 September 2008

Nosotras parimos, nosotras decidimos


Últimamente estamos yendo a exposiciones excelentes. Si el sábado empezamos la Noche en blanco con "Tesoros sumergidos de Egipto" en el Matadero de Legazpi, esta tarde hemos ido a "Bodies: the Exhibition" en el teatro Carlos III de la calle Goya. Gracias a una información de Omar, y después de consultar la página de promociones de la exposición, conseguimos 3,50€ de descuento sobre nuestros precios respectivos presentando la tarjeta de la Fnac. Existen otras formas de conseguir descuentos, incluyendo códigos promocionales que han aparecido en Telemadrid y en la Cadena Cope o con los tickets de Madrid Visión. Si alguien tiene intención de ir a la exposición, que es muy recomendable por lo instructiva y entretenida que es, le sugeriría que consultase esa página para comprobar si se puede beneficiar de algún descuento.

Una de las muestras que más me impresionaron de la exposición fue la piel completa de la parte frontal de un hombre, incluidas las palmas de las manos (que debió de ser lo más complicado de obtener a juzgar por lo sangradas que se encontraban, y no me extraña que haya sido así), la cabeza, e incluso, más abajo, el escroto y la piel del pene. Faltaban únicamente el ombligo, las cejas, los párpados y los labios. Era como un disfraz macabro que me hizo pensar en Leatherface de la Matanza de Texas. A su lado, se encontraba el primer hombre desollado de cuerpo entero de la exposición. Conservaba las cejas, los párpados, los labios, el ombligo y el ano, y resultó difícil no pensar que a él pertenecía la piel de al lado. Probablemente no, pero así nos pareció en ese momento y así sigo imaginándolo ahora. Mirándolo a la cara de frente, me sorprendió su aspecto nada perturbador; al contrario, casi lo calificaría de amable y atractivo. El objetivo del espécimen era mostrar la diferentes capas de músculos después de que hubiésemos visto ya el esqueleto completo en la sala anterior. En las salas sucesivas se tratarían los sistemas nervioso, respiratorio (con especímenes con pulmones en estado deplorable a consecuencia del tabaco y la contaminación), circulatorio, digestivo y reproductor, siempre de una manera amena y, obviamente, muy visual, que puede que no ayude a recordar términos como el "movimiento peristátilco" de las paredes del esófago, pero sí deja muy claro el funcionamiento de los órganos más importantes.

La exposición se cerraba con una sucesión de frascos con fetos en distintas etapas de gestación expuesta en un ancho pasillo oscuro tras una nota de advertencia y al lado de una salida alternativa. Nos sorprendió a Tania y a mí el fuerte desarrollo que experimenta el feto entre la octava y la novena semanas. En la octava es un moco blanco que podría pasar por renacuajo albino mientras que en la novena se convierte en un hombrecito en miniatura. Y se hizo inevitable pensar en el aborto y en hasta qué semana se debería poder abortar, y en la chica que llamó a Territorio Comanche el día anterior para contar que varios médicos le habían confundido un embarazo con una gastritis, primero, y luego con piedras en el estómago, y que no fue hasta el quinto mes que se enteró de que en realidad estaba embarazada. Habrá dañado el hígado y al bebé con tanta pastilla. En la décima semana, el feto ya abre la boca y chupa el dedo, y en la vigésima octava, es como un muñeco con los ojos cerrados y la nariz poco definida, y con arrugas en la zona de las clavículas, mientras que en la trigésima segunda la barriga se le hincha y la piel se le vuelve más tersa en la zona del pecho y hombros a cambio de aparecerle pronunciadas arrugas en la cara, que le desaparecerán al poco de nacer (esto lo digo por experiencia personal).

A la vista de todo esto, parece que lo mejor sería no abortar después del segundo mes de gestación, independientemente de que Tania estuviese dispuesta a hacerlo con tal de no llevar un monstruo así en su interior. Yo casi me animaría más a denominarlo "monstruo" en los dos primeros meses, aunque de reducidas dimensiones, porque es más como una larva que cualquier otra cosa, pero puedo entender que no quiera llevar un ser extraño con vida propia en su interior, que se mueve, crece y se alimenta de lo que ella come.

Monday 15 September 2008

Adiós a la Expo


Esto es lo que queda ahora: un peluche de Fluvi colgado en su bolsa a la entrada de mi casa hasta que venga Chris a recogerlo (y los pasaportes con sellos de los países... y las fotos). Nuestro mundo de fantasía ha dejado de ser real. Cuando volvamos, veremos los edificios representativos, que seguirán estando en donde los dejamos, quizá la Torre del Agua un poco más alta, pero en una zona que ya no será la Expo, sino un centro empresarial y de ocio.

Estampas de la Noche

Puerta de San Vicente e instalación de Giancarlo Neri, Massimo silenzio, entre el puente del Rey y el de Segovia:








Sunday 14 September 2008

Café con helado de turrón

Estaba con Natalie, Lussy y Tania en un Pans & Company (un favorito de Alastair) de Gran Vía a primeras horas de la madrugada de la Noche en Blanco de Madrid 2008 cuando un chispazo de inspiración tras la mención de una de ellas del "café de Starbucks" (echo de menos el Caffè Nero) iluminó mi mente... cansada, aunque no tanto como mis pies doloridos. Como les dije en ese momento, para el desayuno me prepararía un café, en principio pensaba que sería un Saimaza Espresso Natural, pero las circunstancias hicieron que tuviera que contentarme con un Nescafé Cappuccino, que en realidad está más bueno que el espresso; con una bola de helado de turrón, todo coronado con una pequeña montaña de nata.

El capuchino... Cuando saqué el paquete de café molido de Saimaza y lo abrí, apestaba. Supongo que este tipo de cafés hay que consumirlos rápidamente y no tenerlos abiertos durante dos meses (incluso si los cierras con una pinza para tenerlos más protegidos). Aun así, puse dos cucharadas en la cafetera y me hice el café. No olía en absoluto a café recién hecho, como cuando lo abrí en julio para darle su indispensable café matutino a Christina, y antes de continuar agregando ingredientes, lo probé. No me gustó y lo volqué con decisión en el fregadero. Después lavé el filtro de la cafetera y saqué el bote de Nescafé. En esta foto se ve media taza de agua muy caliente con dos cucharadas de Nescafé Cappuccino.

A última hora decidí que podría venirle bien un poco de chocolate. Aquí se ven dos trocitos antes de meterlos en el microondas.

Hice una bola de helado de turrón y la puse sobre este plato limpio simplemente para la foto. Podría haber utilizado helado de dulce de leche o de frutas del bosque, que son los otros dos tipos que tengo. El de frutas del bosque es muy fresquito, pero que con las frutas y eso, no creo que hubiese combinado muy bien con el café. El helado de turrón sabe exactamente igual que el turrón blando, y es, al igual que este, también bastante empalagoso.

Añadí el chocolate fundido, removí y rellené la taza con leche caliente. A continuación introduje la bola de helado en el café.

Un poquito de nata montada para darle el toque final.

Todo dispuesto en la sala multifunción para entrar al ataque.

Me gustó la combinación. Creo que el turrón blando y el café van bien juntos... Ah, y antes de prepararme esto, me tomé un zumo de naranja, un kiwi y una pera. El desayuno no fue tan poco saludable como parece después de todo.

Wednesday 10 September 2008

Del fin del mundo y la seguridad de los hogares

Tras el anuncio del CERN de que comenzaría sus experimentos con el gran colisionador de hadrones hoy miércoles, algún paranoico ya vaticinó la llegada del fin del mundo, que se produciría por un agujero negro que lo absorbería todo. Solo había que esperar a las primeras colisiones en el acelerador. El asunto lo sacó a colación Tania en la comida del lunes y tuvo bastante éxito entre los comensales. Probablemente no habrá tenido nada que ver con el CERN, pero a la una de la madrugada he tenido la certeza de que el fin del mundo estaba cerca cuando empezaron a caer los pedruscos. El ruido era demencial, sobre todo en la cocina, donde parecía que un albañil estuviese picando las paredes, y en la sala, que daba la impresión de que se desmoronaría de un momento a otro. Por el ruido, juraría que caían piedras como puños, y esperaba que de un momento a otro se rompiese alguna ventana, sin embargo, cuando el valor me dejó levantar la persiana de la habitación un poco y mirar al exterior, y contaba con la iluminación adicional de los continuos relámpagos, las imágenes no se correspondían con el escandaloso estrépito. Traté de centrarme en la piscina, donde esperaba ver enormes salpicones resultado de la zambullida de inmensos granos, pero tampoco vi nada del otro mundo. Al cabo de diez minutos eternos, la situación se fue tranquilizando hasta que finalmente cesó... y seguimos vivos. A ver qué pasa ahora con los hadrones.

[Por la mañana: "La lluvia y el granizo caídos a lo largo de la noche en Madrid han obligado a los bomberos de la capital a realizar hasta las 07:00 de la mañana un total de 75 actuaciones para achicar agua en sótanos y en la vía pública, así como en viviendas altas por la filtración de agua.
Según han informado fuentes de Emergencias Madrid, entre las zonas más castigadas se encuentra el centro de la capital, en concreto Embajadores y Latina, así como el distrito de Arganzuela. También se han visto afectados tramos de la M-30, como el que va de San Pol de Mar a Legazpi. La tromba ha causado destrozos en el mobiliario urbano, en coches y árboles. Además, obligó a cortar la Línea 1 de Metro entre Sol y Atocha, y la L3 entre Sol y Embajadores, debido a la entrada de agua en las estaciones. 20 Minutos]

Friday 5 September 2008

Inundación

El jueves fui a la piscina a mi primera clase de natación de la temporada. Llegué un par de minutos antes del cierre de la taquilla, saqué la tarjeta, llamé la atención de una chica que se encontraba detrás de la ventanilla, algo alejada, hablando con alguno que estaría por allí sentado, y, cuando se me acercó, le dije que tenía domiciliación bancaria y quería que me apuntase el mes en el tarjeta. Me pidió que le diese la otra tarjeta. Le dije, "No tengo otra tarjeta". Me respondió, "Tienes que tenerla". "No, esta es la única que tengo", insistí. "A ver, ¿viniste a renovar la tarjeta para la temporada 2008/2009 en julio?" "No". "Vale, entonces no estás apuntado", y miró en el ordenador. "Lo siento, no quedan plazas". "Qué se le va a hacer. Gracias".

Pensé, No hay mal que por bien no venga. Hoy llegaré temprano a casa. Puedo ver las noticias y prepararme algo de cena y relajarme. A las nueve y cuarto estaba en casa. Me cambié de ropa y, como es costumbre, entré en el baño con la luz apagada. Normalmente la claridad de la sala es suficiente para estas visitas breves al baño. Crucé el umbral de la puerta, di un paso al interior y me resbalé. ¿Qué está pasando aquí?, pensé sorprendido. Me aferré al lavabo para no caerme. Miré al suelo, no se veía gran cosa, me acerqué a la puerta con cuidado, rodeé la jamba con mi brazo izquierdo y encendí la luz. El suelo estaba encharcado y por uno de los laterales de uno de los paneles del falso techo caían varias sucesiones de gotas.

Salí del piso para hablar con los del ático. Empujé la barra de la puerta de las escaleras, subí los dos tramos de peldaños, giré la manija de la puerta que conduce a los áticos y, al abrirla, sin poder dar un paso más, me encontré con un panorama desolador: caían chorros de agua de una compuerta del techo y los suelos estaban inundados y las paredes empapadas. Estaba claro que la culpa no era de los del ático después de todo, sino de las torres de refrigeración.

Esa noche, mientras tratábamos de solucionar el problema, entré por primera vez en una torre de refrigeración, vi el problema de primera mano, conocí a la presidenta de la comunidad, a la vecina del C, a la del ático A, principal perjudicada, con todo el suelo de parqué destrozado, un cuadro humedecido y arruinado, y las paredes, ya algo desconchadas después de las inundaciones de años precedentes (tres inundaciones en los cuatro años que ha vivido en él) y las respectivas reparaciones chapuceras, con una gran necesidad de una buena mano de pintura. Cuando volví a casa más de dos horas después, con ganas de pasar por el baño y sin tiempo para preparar la cena o para ver las noticias o relajarme, solo pude secar el suelo del baño, picar alguna cosa y conectarme un rato a internet antes de irme a dormir.

Y no puedo quejarme. Fue una noche más emocionante que la mayoría y conocí a algunas de mis vecinas. No hay mal que por bien no venga.

Tuesday 2 September 2008

El caballito ciego

Ayer hablé con mi hermana mayor y me enteré de que Lex, de cinco meses de edad el 6 de septiembre, hijo de Morita, una yegua de mi hermana mediana, y Hélix, un Pura Raza Español (PRE) perteneciente a la parada de sementales de Ávila del Ejército de Tierra, que se conocieron e intimaron por medio de un bote y una pajita, palabras textuales de la dueña, con la intermediación de un inseminador oficial del ejército; de repente empezó a irse contra las paredes y los alambres de la finca, así rezaba la versión de mi tío allí presente en el momento en que sucedieron los hechos. Al parecer se había quedado ciego, no se sabía por qué razón, y yo, mientras escuchaba a mi hermana mayor a través del terminal, me lo imaginaba al pobre corriendo como un loco, vulnerable, golpeándose con todos los obstáculos que se topaba a su paso y no podía ver, alterado por la súbita nueva realidad, quién sabe si permanente, pero nada prometedora, que se presentaba ante él. Luego pensándolo con un poco de frialdad me preguntaba cómo el potro podía saber que su situación no era la que debía esperar, fruto del desarrollo que lo llevaría a convertirse en un caballo adulto. ¿Acaso tenía medios para saber que su madre veía las cosas del mismo modo que lo hacía él? ¿No podía haber desarrollado una aptitudes especiales que le permitiesen no tropezar con nada ni irse contra elementos voluminosos que la pudieran herir a pesar de la ceguera constitutiva de cualquier caballo de más de cinco meses?

Al hablar con mi hermana mediana esta tarde para felicitarle el cumpleaños, me enteré de que en realidad el caballo sólo se puso nervioso cuando lo trató de amarrar para que lo inspeccionase el veterinario. Ahí fue cuando se golpeó contra todo lo que se interpuso en su camino y no veía. Antes había aceptado con estoicismo su dolencia y no mostraba signos de estar afectado, siendo el único visible el aciago blanco de sus ojos. El veterinario le diagnosticó conjuntivitis, ante el escepticismo y la desesperanza de mi hermana que decía que no podía ser porque no le lloraban los ojos, y le recetó una pomada. Me contó finalmente apenada que si no se recuperaba de los dos ojos, su destino no podía ser otro que el matadero, ¡quién lo iba a querer aunque solo fuera ciego de un ojo!

[Retomando la entrada el día 6 de septiembre, en el quinto "cumplemeses" de Lex, aprovechando que mi hermana me ha devuelto la llamada que le hice hace dos días, "me llaman la rápida", dice a lo Guillermo (de la Escuela), puedo informar que el potro ha recuperado totalmente la visión de uno de los ojos y, en el otro, la opacidad blanca se va haciendo cada vez más transparente, lo que le augura de nuevo al potro un futuro que parecía se le iba a negar. Excelente]

   ******

Acabo de ver un reportaje de Informe Semanal de hace veinte años sobre Fernando Pessoa en el Canal 24H de TVE. En su día se conmemoraba el centenario del nacimiento de poeta, el 13 de junio de 1888 en Lisboa. El documental terminó con estos versos:

Quien lee deja de vivir
Dejad de vivir, y leed
¿Qué es la vida?

Friday 29 August 2008

¿Hay vida después de la Expo?


Único planeta 'mul' (vídeo del pabellón de Corea)

El miércoles volví a Madrid en el Talgo: salida a las dos de la tarde de Santiago de Compostela y llegada a Chamartín a las nueve de la noche, con adición de vagones procedentes de Pontevedra y Vigo en Ourense sobre las tres y media y cambio de locomotora y de ancho de vía (de 1668 a 1435 mm) pasada Medina del Campo cuando faltaban diez minutos para las ocho. En el tramo gallego, mi atención se dividía entre el libro que iba leyendo, la película "Mr Magorium y su tienda mágica" que ponían en el tren y las vistas de imponentes viaductos en construcción que salvaban los pronunciados desniveles entre montañas a lo largo de todo el recorrido. Las montañas fueron dando paso poco a poco a verdes campos en la provincia de Zamora, y estos se fueron tornando dorados a medida que nos adentrábamos en el corazón de Castilla, con predominio de fincas de hierba seca, latifundios con pacas de paja esparcidas por toda su extensión y campos de girasoles. En Medina del Campo cambió el sentido de la marcha (empezamos a ir de culo, hablando mal y acabando pronto) y con el cambio de locomotora unos minutos después el tren se deslizó ligero por amplias llanuras en las que destacaban los altos campanarios de las iglesias de pequeños pueblos que se divisaban en el horizonte bajo un cegador sol poniente. A las ocho treinta pasábamos por la estación de Segovia-Guiomar y a las nueve ya veíamos las cuatro torres desde los andenes de Chamartín.

Una semana antes también había llegado a Madrid, pero, a diferencia de hace dos días, en esa ocasión venía de Zaragoza y sólo me quedaría una noche. A las dos de la tarde del día siguiente volvería a ver las cuatro torres desde los mismos andenes de Chamartín, y volvería a pasar por Segovia-Guiomar y a contemplar los mismos paisajes pero en sentido inverso. No voy a detenerme en detalles. Tampoco me pararé a describir el recinto ferial de la Expo, mi mundo durante dos semanas, el pequeño microcosmos en el pude abstraerme de absolutamente todo y descansar la mente (no así el cuerpo). Quien esté interesado puede consultar cuanta información requiera en la página oficial de la Expo. Uno de los enlaces de esa página, en el menú de la izquierda, lleva al blog de los voluntarios, de donde es posible, tras una breve exploración, extraer suficientes ideas como para entender perfectamente las labores tan poco exigentes que nos encomendaban, lo que no quiere decir que no fueran apreciadas por algunos. Un día una señora se me acercó en la estación de Zaragoza-Delicias y me dijo: "Quería agradeceros vuestra labor. ¡Los voluntarios sois la sal de la Expo!". ¡Toma!: Voluntarios 1, polivalentes 0 (los polivalentes eran los trabajadores de la Expo. Realizaban más o menos el mismo trabajo que nosotros, pero con pantalones largos y cobrando por ello).

Miro las fotos de la Expo y me reconozco en ellas, recuerdo a la gente que me rodea, la situaciones, los sonidos que me evocan; puedo rememorar las conversaciones, algunos gestos graciosos, el corretear de unos, el hablar vacilante de otras, las aparentes fanfarronadas del que queda, las risas de todos; me doy cuenta de cuándo estaba eufórico y cuándo apesadumbrado, de los momentos de agotamiento supremo, como nunca antes había experimentado, del aburrimiento y de la lucidez, de cuándo se me iluminaban los ojos y cuándo no me importaba ya nada. Pero esas instantáneas no capturaron el espíritu. Las veo y no me hacen sentir lo que sentí, solo me traen recuerdos.

Monday 4 August 2008

Nos vemos en Zaragoza

Felices vacaciones a todos. Yo me voy a Zaragoza en unas horas. Si alguien se anima a ir, nos veremos allí, ya sabéis dónde.

Sunday 3 August 2008

¡Escuchamé con los ojos!

Y se entregaron incondicionalmente a la felicidad. Al principio, estaban pendientes en todo momento uno del otro, se hacían mimoserías, se miraban extáticos en los intermedios de los cines o bajo la luz de las farolas, intercambiaban en las comidas los más escogidos bocados, mi cielo, mi amor, se llamaban por teléfono varias veces por la mañana, ¿cómo estás?, ¿te has acordado de mí?, ¿a que no adivinas qué estoy haciendo ahora mismito?, y como todo en ellos era noticiable, parecía que al regresar Tomás del instituto se reencontraban tras una larga ausencia rica en andanzas y sucesos que había que contar con toda suerte de detalles. Pero luego, cuando se fueron gastando los signos que celebraban la dicha a cada instante, y cuando la costumbre vino a liberarlos de la fatiga diaria del asombro, y los días empezaron a confundirse unos con otros, entonces fue como si la felicidad no estuviese ya hecha de episodios claros y distintos sino de la misma sustancia pura y abstracta de la felicidad, como si habitasen en un lugar en el que el Limbo y el Paraíso mezclaban sus fronteras. De toda la muchedumbre de sobrenombres, sólo sobrevivió el de Tomy, y ella se quedó meramente en Marta.

Y bien: así debía ser. Porque aquellas hogueras deslumbraban más que calentaban, y uno agradecía la humilde constancia de los rescoldos en esa hora en que los esplendores del día comienzan también a declinar. Y entonces sobrevino ese tiempo en bruto que aparece apenas significado en las novelas y en los dramas que tantas veces él había estudiado y comentado en clase, meses y años que se resuelven en unas líneas, despachados a granel sin mayores escrúpulos, porque es un tiempo sin relieve, que no interesa ni al pensamiento ni a la acción, tiempo no vivido con singularidad, tiempo gris, donde la costumbre hace por adelantado el trabajo que es propio del olvido.
Luis Landero, Hoy, Júpiter, Tusquets Editores, 1ª edición, 2007, págs. 113-114.

Y en la página 115 dice:

Hábitos que misteriosamente fortalecen la vida en común, pero a la vez la debilitan, piensa Tomás, o lo pensará años después, cuando recuerde cómo el amor y la costumbre fueron haciendo causa común hasta fundirse en un único sentimiento de términos ya indistintos, y tan resistente y duro como el pedernal.
Según el Diccionario Panhispánico de Dudas:

Como 1.d) Funciona como conjunción completiva equivalente a que, introduciendo oraciones subordinadas sustantivas de complemento directo. Hoy solo es normal su empleo con los verbos de percepción ver y oír, y sus sinónimos: «Ya verás como no va a pasar nada» (ASantos Estanquera [Esp. 1981]); «El día se inicia con una mañana helada, después llueve y hasta puede nevar, pero siempre observará como la luz del sol va aumentando» (Nacional [Ven.] 12.1.97); «Oyó como se abría una puerta y vio entrar a un soldado» (Chamorro Cruz [Esp. 1992]); «Se escucha como varias voces empiezan a contestar a este último grito» (López Vine [Méx. 1975]). Su uso con otros verbos resulta hoy algo forzado y, en su lugar, se prefiere la conjunción que: en la actualidad no diríamos Me dijo como no podía pagarme, sino Me dijo que no podía pagarme. Con este valor conjuntivo, como es átono y se escribe sin tilde. No obstante, se hace a veces tónico por contaminación con el adverbio interrogativo de sentido modal cómo, ya que, con verbos de percepción, como es el caso de ver y oír, la noción de modo, aunque secundaria, está también presente en los enunciados; así, en la oración Vio como los policías saltaban la valla, la percepción del hecho en sí [= vio que los policías saltaban la valla] es indisociable del modo en que se ejecuta la acción [= vio de qué modo los policías saltaban la valla]. Pero a pesar de pronunciarse tónico, el como conjuntivo debe seguir escribiéndose sin tilde para diferenciarlo del adverbio interrogativo cómo. Esta distinción es en algunos casos determinante a la hora de interpretar correctamente un enunciado: en Ya verás como canta Juan se transmite al interlocutor la seguridad de que Juan va a cantar, mientras que en Ya verás cómo canta Juan se pondera anticipadamente ante el interlocutor la forma de cantar de Juan.

Wednesday 23 July 2008

Y ahora la Constitución

No podía decir lo mismo don José, a él todavía le faltaba dar el último paso, buscar y encontrar en la casa de la mujer desconocida una carta, un diario, un simple papel donde cupiese el desahogo, el grito, el no puedo más que todo suicida tiene la estricta obligación de dejar tras de sí antes de retirarse por aquella puerta, para que los que aún van a continuar de este lado puedan tranquilizar las alarmas de su propia consciencia diciendo, Pobrecillo, tuvo sus razones. El espíritu humano, sin embargo, cuántas veces será necesario decirlo, es el lugar predilecto de las contradicciones, además ni se ha observado últimamente que ellas prosperen o simplemente tengan condiciones de existencia viable fuera de él, y ésa debe de ser la causa de que don José ande dando vueltas por la ciudad, de lado a lado, arriba y abajo, como perdido sin mapa ni guía, cuando sabe perfectamente lo que tiene que hacer en este último día, que mañana ya será otro tiempo, o que él será otro en un tiempo igual a éste, y la prueba de que lo sabe es haber pensado, Después de esto, quién seré yo mañana, qué especie de escribiente va a tener la Conservaduría General del Registro Civil. Dos veces pasó frente a la casa de la mujer desconocida, dos veces no paró, tenía miedo, no le preguntemos de qué, esta contradicción es de las que están más a la vista, don José quiere y no quiere, desea y teme lo que desea, toda su vida ha sido así. Ahora, para ganar tiempo, para retrasar lo que sabe que será inevitable, decide que primero tiene que almorzar, en un restaurante barato, como impone su magra bolsa, pero sobre todo que quede lejos de estos sitios, no sea que a un vecino curioso le dé por sospechar de las intenciones del hombre que ya pasó dos veces. [...] Prolongó el frugal almuerzo lo más que pudo, cuando se levantó de la mesa ya pasaba mucho de las tres, y sin prisa, como si arrastrara los pies, se fue aproximando a la calle donde la mujer desconocida había vivido. Antes de torcer la última esquina paró, respiró hondo, No soy miedoso, pensó para darse ánimos, pero era, como les sucede a tantas personas de coraje, valiente para unas cosas, cobarde para otras, no es por el hecho de haber pasado una noche en el cementerio por lo que se le quitará el temblor de piernas de ahora. Metió la mano en el bolsillo exterior de la chaqueta, palpó las llaves, [...] ojalá acierte en seguida, si el edificio tiene portera y es de las que asoman la nariz al menor ruido, qué explicación dará [...]. Don José acertó con la llave a la primera tentativa, la guardiana de la puerta, si la finca la tenía, no apareció preguntándole, Adónde va, señor, aunque es bien cierto lo que se dice, que el mejor guarda de la viña es el miedo a que el guarda venga, por tanto se aconseja comenzar venciendo el miedo, después veremos si el guarda aparece.
José Saramago, Todos los nombres, Alfaguara, primera edición, junio 2001, pág. 316 y ss.

Tuesday 22 July 2008

11% de humedad relativa

Este es el dato que me ha sorprendido esta mañana: 28ºC y 11% de humedad relativa en el salón. No pensé que se pudieran alcanzar niveles tan bajos, acostumbrado como estoy al rango 45%-99% de mi antigua casa.

Monday 21 July 2008

¡Qué bien se está en la nevera!


Ce perfecțiune!, exclamé tras haber cortado tres lonchas de queso y haberlas troceado en pequeños rectángulos. Da. Pasaba de la medianoche, el cazo estaba al fuego con dos salchichas y Oana había terminado de exprimir todas las naranjas que quedaban en uno de los cajones de la nevera. Encerrados en la sauna que era la cocina, Chris, Oana y yo esperábamos a que hirvieran las salchichas picoteando rectángulos de queso y patatas fritas mientras Mădălina dormía, o lo pretendía, también encerrada, en el dormitorio. Media hora antes habíamos regresado del Parque del Cerro del Tío Pío en el barrio de Numancia de Puente de Vallecas. Con Madrid como escenario, la espesa hierba verde de la ladera noroeste de la colina más septentrional del parque nos había servido de butaca para contemplar el anochecer sobre la ciudad, de vez en cuando entorpecida la contemplación por el vuelo errático de los murciélagos sobre nuestras cabezas o el impacto ocasional de algún insecto en mi oreja, nota de terror y suspense a un sobrecogedor espectáculo de luz y formas geométricas que se desarrollaba a nuestros pies. Mientras tanto, detrás de nosotros, un arsenal de fuegos artificiales estaba preparado para empezar a poner fin a las fiestas del Carmen a medianoche. Pero no llegamos a verlos. A esa hora ya estábamos en casa, habíamos cambiado la colina por la cocina, y disfrutábamos de nuestro momento perfecto. En medio del éxtasis, no hay duda de que producto de su genialidad y no de la obnubilación de su mente por el cansancio y el calor, Chris se acercó a la nevera, abrió la puerta para sacar alguna cosa y, mientras la cerraba, dijo, ¡Qué bien se está en la nevera! Las horas pasaron, llegaron las cinco, sonaron las alarmas, se llamó a Radio Taxi, el taxi apareció a su hora, despedidas, besos y simples adioses, remordimientos, volvimos a la cama los que quedamos, más despedidas. Se cerró la puerta y ya sólo quedé yo. Ahora no hay nadie y digo ¡qué bien se está solo! (¡qué tranquilidad!), a la vez que ¡cuánto se echa de menos la compañía!

Monday 14 July 2008

La frustración lleva tu nombre

La frustración se llama J., pensé el martes mientras contestaba a Alastair un email que me envió en respuesta a otro colectivo que había escrito yo unos días antes. Lo había titulado Funny Games, como la película de Michael Haneke, pero ni su respuesta ni la mía hacían referencia a ella. En la suya se interesaba por lo usual: mi piso, la visita de J., que se iba ese mismo día aunque yo ya no lo volvería a ver; mi estado de ánimo, si ya veía las cosas más claras... La mía estaba por el contrario empapada de la frustración que sentía en ese momento. La frustración era J., lo tenía claro. Dos líneas más abajo en mi explicación de los hechos de los días anteriores en mi respuesta a la respuesta de Alastair, un corto momento de lucidez sirvió, sin embargo, para darme cuenta de la inexactitud de la afirmación. La frustración se podría llamar J., era cierto, pero también respondía a otros nombres: A., L., R., V..., el alfabeto entero, e incluso algunas iniciales se repetirían dos o tres veces. Así, la frustración habría sido anteayer, digamos, T., ayer M., hoy sería E. y mañana, por ejemplo, otra vez E., pero una E. diferente, o la misma si se tratase de una E. anormalmente insistente. Siempre habría un nombre que explicaría mi frustración, pero, prestemos atención a ese determinante posesivo, la frustración estaría en realidad siempre en mí. La frustración se llama J. y lleva mi nombre. No es cuestión de darle más vueltas.

J. fue más fácil de tratar de lo que había pensado, lo que no evitó que tuviéramos nuestra pequeña ración de bronca el lunes nada más llegar al Retiro. Al parecer la discusión estuvo motivada por la falta de consideración de este desconsiderado de mí que lo llevó al parque a pesar de que él hubiese comentado que había estado caminando diez horas ese día y estaba cansado... no solo cansado, "agotado" más bien. No entraré con más detalle en la disputa, aunque sí diré que, como es costumbre en mí, no supe mantener la boca cerrada. Tampoco él supo no iniciar una discusión innecesaria una vez alcanzado el destino final. Yo cometí un error, él otro... bueno, él dos. El segundo fue creer que había visto Madrid cuando al final ni el Retiro vio. Esas cuatro cosas que nos dijimos a la cara, como tantas veces pasa, nos quitaron las ganas de pasear por el parque. Nos fuimos a casa de inmediato, primero en el 27, a continuación en la línea tres, ambos enfadados, J. hambriento y yo con mi bendita frustración a cuestas.

J. no consiguió entender el atractivo turístico de Barcelona, de donde venía. Le gustó Gaudí, pero no vio que la ciudad ofreciese nada más. Lo poco que vio de Madrid tampoco lo impresionó: Alcalá es como Londres (no perdamos el tiempo), la Plaza Mayor como Barcelona (ya vista. Se refería a la Plaça Reial) y la zona en la que vivo como Seúl (archiconocida). Gran Vía no es como Nueva York (el símil fácil que esperaba después de los anteriores y con el que me habría halagado): la pasó por alto completamente y temo que pueda terminar siendo recordada por la anécdota que paso a relatar a continuación. Entramos en una peluquería situada entre Plaza de España y San Bernardo. Pidió, yo sirviéndole de intérprete, que le cortasen un poquito las puntas, muy poquito. Todo fue bien durante un minuto. Yo contemplaba la escena sentado en un taburete detrás de su puesto y los veía reflejados en el espejo. De pronto empezó a moverse impaciente en el sillón y a gritar quejumbroso, ¡Jose, me lo está cortando mucho!, precedido por un par de no ways, su nota definitoria. El peluquero que se encontraba a su izquierda cortándole el pelo a un chico de apariencia asiática se reía entre dientes, mientras la peluquera de J., profundamente disgustada, trataba de disculparse. "Mira", me decía mostrándome un par de puntas cortadas que acababa de coger de la capa que cubría su espalda, "esto es lo que he cortado" (en efecto, menos no podía haber cortado. Me parecieron unos tres o cuatro milímetros). Dada la situación, no cortó más. Cuando le hubo lavado y secado la cabeza, J. se miró en el espejo y me insinuó que le había cortado muy poco, que aún se podría cortar un poco más, pero yo le respondí, "Vámonos. Dudo mucho que quiera volver a acercarse a tu pelo. Te pusiste un poco histérico". Me mandó que le pidiese disculpas de su parte y lo hice. Ella las aceptó a regañadientes: la primera frustrada del día, con tema de conversación para cuando llegue a casa con su marido. Después saldría yo escaldado. Pagó y nos fuimos.

Tuesday 8 July 2008

Chez moi

The door

The hallway (kind of)

The whatchamacallit (living room, sitting room, dining room, lounge, study...), taken at 9pm (it wasn't as dark as it appears though. I didn't use the flash; with flash the photo was way too bright for my liking.)



The kitchen door (centre). The bathroom is to the left and the bedroom to the right.

The bathroom

The kitchen

The bedroom

The built-in wardrobe

A look through the window


PS. On the morning of Monday the 14th (at eight):





PPS. I now live in Delicias, I was shocked to find out this weekend. Arganzuela (second district of the villa de Madrid) is divided into seven quarters: Imperial (21), Acacias (22), Chopera (23), Legazpi (24), Delicias (25), Palos de Moguer (26) and Atocha (27) [source here]. The number in brackets is the quarter number, which is usually shown on parking meters (or pay and display machines) and nowhere else. On a few occasions I have seen signs on lamp posts or buildings stating the district and quarter number, but that is very rare indeed.

If whoever sees these photographs thinks the flat looks a bit dull, for their ease of mind I'll add that I haven't finished decorating. Rather, I haven't started to decorate yet. My intention was just to tidy up before I took the pictures and it has already taken me quite a lot of time to do so, so I am happy with the result. If drastic change takes place in the next few weeks or months, you'll know.

La felicidad era esto

'We are police officers, sir. We have reason to believe that you may be using a stolen credit card, the property of a Mr Edward Bridges of Solihull.'
'Ah,' I said and smiled.
All at once a hundred thousand gallons of acid poison poured out of me and a hundred thousand pounds of lead fell from my shoulders.
'Yes. Yes,' I said. 'I'm afraid that you are absolutely right.'
'If you wouldn't mind coming with us, sir? I am arresting you now and will shortly make a formal charge at the station.'
I was so happy, so blissfully, radiantly, wildly happy that if I could have sung I would have sung. If I could have danced I would have danced. I was free. At last I was free. I was going on a journey now where every decision would be taken for me, every thought would be thought for me and every day planned for me. I was going back to school.
I almost giggled at the excitement and televisual glamour of the handcuffs, one for my right wrist the other for the policeman's left. (pág. 401)
Stephen Fry, Moab is My Washpot, Arrow Books, 1998.
[I know that my early life was at one and the same time so common as to be unremarkable, and so strange as to be the stuff of fiction. I know of course that this is how all human lives are, but that it is only given to a few of us to luxuriate in the bath of self-revelation, self-curiosity, apology, revenge, bafflement, vanity and egoism that goes under the name Autobiography. You have seen me at my washpot scrubbing at the grime of years: to wallow in a washpot may not be the same thing as to be purified and cleansed, but I have come away from this very draining, highly bewildering and passionately intense few months feeling slightly less dirty. Less dirty about the first twenty years of my life, at least. The second twenty, now that is another story... (pág. 434)]

Monday 30 June 2008

La Jose pe 29 iunie 2008


Antes de hacer esta foto (con el móvil, de ahí su mala calidad) pinté la estantería que se encuentra a la derecha con un barniz brillante de color roble claro y a continuación bajé a la piscina mientras el pincel se secaba colgado al sol en el tendedero de la terraza. El olor del agua era diferente al de la piscina cubierta a la que suelo ir; me resultó un poco desagradable al principio, luego me acostumbré y me sentí como pez en el agua. La ventaja de esta piscina frente a la cubierta son sus reducidas dimensiones, lo que hace que sea prácticamente imposible que me encuentre cansado después de hacer un largo o que me vean jadeando como si acabase de correr la maratón y me pregunten si me ocurre algo (como me ha sucedido alguna vez en la grande).


No pude terminar de pintar la pared porque se me acabó el bote de un litro de pintura de color salmón (no rosita). La elección de este color fue simple: ya tenía el bote en casa y había que aprovecharlo (lo compré para pintar la lechada con la que cubrí los agujeros de taladro de las paredes de mi casa anterior). Decidí pintar de un color distinto al blanco sólo la pared de la cabecera de la cama para ahorrarme el arduo trabajo de pintar la habitación completa. Aunque al resto de paredes no les vendría mal una mano de pintura, la de la cabecera era la que más asco daba, y al menos así soluciono provisionalmente el problema.

Salí de casa para ir al Carrefour después de que hubiese empezado la final de la Eurocopa. Oí al vecino gritarle "hijo de p***" a alguien de la tele cuando me dirigía al ascensor; después, en la desierta calle de Bolívar, se desató la euforia: "GOOOOOL" gritaban al unísono los habitantes del edificio de mi derecha y los del edificio del lado izquierdo de la calle, "GOOOOOL" gritó la gente que se encontraba en el bar de la esquina de Bolívar con Zinc y "GOOOOOL" repitieron los sentados en la terraza. El chico y la chica que pasaban en ese momento en coche con dirección a la calle de Embajadores gritaron "GOL" unas décimas de segundo después, y a lo lejos se oyeron las pitadas insistentes de conductores sobrecogidos por el gozo o las ganas de garrulear.

En el metro me quedé de pie detrás de un cochecito parlanchín. Canturreaba chachachochachicha... un sinsentido que me hizo pensar que allí dentro se escondía un bebé con un sorprendente dominio del sonido [ch] para su edad. El "bebé", que tras cada sílaba con que batía el aire iba aumentando en mi mente en volumen y sabiduría, terminó hilvanando el sinsentido con suma maestría con alguna canción infantil. El propietario del cochecito y padre de lo sentado en él, lo miraba, hablaba con él y le hacía muecas. "¿Cuántas estaciones faltan?", se oyó a la voz del cochecito preguntar cuando estábamos a punto de entrar en Hospital Doce de Octubre. "Dos", contestó el padre. "Una...", comenzó la voz al detenernos en la estación, "dos, tres, cuatro, cinco...", siguió de carrerilla. Con cada unidad en que iba incrementando la cifra anterior, la locuaz criatura adquiría en mi imaginación unas cada vez más inquietantes dimensiones que acentuaban la incompatibilidad de lo allí oculto con la pequeñez del continente, y me llevaban a vislumbrarla con creciente nitidez en mi fantasía, con su mochilita a los hombros, a las puertas del parvulario o cerca ya del colegio de Primaria. Agotado como estaba después de un largo día de trabajo y una noche de poco sueño, ocupé uno de los dos asientos que quedaron libres al lado del padre. Desde mi nueva posición, de aquel carrito seguía solo consiguiendo trascender el sonido de lo oculto en su interior, hasta que inesperadamente, como las mejores cosas en la vida, de un brinco apareció delante de mí la niñita más dulce que recuerdo haber visto en mucho tiempo, con una cabecita grande y un cuerpecito delgado y frágil como el vidrio. "¡Es esta!", dijo a medida que el tren se iba deteniendo en San Fermín-Orcasur. "No, es la siguiente", corrigió el padre. "¿Sabes? España ha metido un gol", continuó. Se hizo un segundo de silencio durante el cual la niña sondeó seria a su padre con la mirada. Se dibujó entonces una sonrisa en sus labios y estos se separaron en una explosión de alegría: "¡Mentiroso!" "No, estoy diciendo la verdad" "Estás mentiendo" "Se dice mintiendo, no mentiendo." "No, mentiendo." "Mintiendo." "Mentiendo." "Mintiendo." "¡Es mentiendo o nada!" El padre se incorporó entonces, cogió a la niña por las axilas y la colocó en el cochecito. "¡Eres un mentiroso!" La frescura de esa niña consiguió que en un instante se desvaneciera de mi cabeza esa aversión hacia los niños que me produjeron dos fines de semana completos de llanto tonto de niño en la piscina de debajo de mi ventana y su "Mamá, mamá, mírame... Mírame, mamá... MAMÁ, MÍRAME", como si la madre no tuviese cosas mejores que hacer que mirar su tontería. ¡Es que no los veo, pero me los imagino!

El Carrefour estaba, como había supuesto, vacío. Por megafonía se oía la retransmisión de la cadena SER del partido y el frutero se movía intranquilo de detrás del mostrador de la frutería a los distintos estantes y vuelta a detrás del mostrador. A las diez menos diez la mayoría de los congeladores estaban tapados y una empleada me exhortó a que me fuera acercando a la línea de cajas cuando me encontraba en pleno proceso de selección de unos Carte d'Or. Me vino bien su presencia para ayudarme a averiguar el precio no indicado de alguna de las variedades.

Por los gritos y los pitidos que se oían cuando volvía a casa cargado supe que España había ganado. Lo que no sé todavía (nadie me ha puesto el resultado delante de las narices y no he tenido tampoco la curiosidad de mirarlo) es el resultado. Quizá lo mire cuando le ponga el punto y final a esta frase.

Tuesday 24 June 2008

Contra natura

En Bucarest dejé un tren de Juan José Millás y me vine con la autobiografía de los primeros veinte años de Stephen Fry, que Chris me recomendó que leyera y me prestó. Día sí y día también, he ido haciendo referencias al libro en el messenger de Yahoo! e incluso ayer escribí como mensaje de estado una cita del libro: So forgive him the intemperance of his fury, forgive him his rage, his insolence and the laughing cockiness he is prey to: they are just a ragged towel. A towel to hide his shame, to cover up the laughable no-cockiness he is prey to (pág. 237). Estaba cantado que algún día escribiría aquí un párrafo del libro, y le ha tocado a este:

"There are plenty of activities or qualities we could list that are most certainly unnatural if you are so mad as to think that humans are not part of nature, or so dull-witted as to believe that ‘natural’ means ‘all natures but human nature’: mercy, for example, is unnatural, an altruistic, non-selfish care and love for other species is unnatural; charity is unnatural, justice is unnatural, virtue is unnatural, indeed — and this surely is the point — the idea of virtue is unnatural, within such a foolish, useless meaning of the word ‘natural’. Animals, poor things, eat in order to survive: we, lucky things, do that too, but we also have Abbey Crunch biscuits, Armagnac, selle d’agneau, tortilla chips, sauce béarnaise, Vimto, hot buttered crumpets, Chateau Margaux, ginger-snaps, risotto nero and peanut-butter sandwiches — these things have nothing to do with survival and everything to do with pleasure, connoisseurship and plain old greed. Animals, poor things, copulate in order to reproduce: we, lucky things, do that too, but we also have kinky boots, wank-mags, leather thongs, peep-shows, statuettes by Degas, bedshows, Tom of Finland, escort agencies and the Journals of Anaïs Nin — these things have nothing to do with reproduction and everything to do with pleasure, connoisseurship and plain old lust. We humans have opened up a wide choice of literal and metaphorical haute cuisine and junk food in many areas of our lives, and as a punishment, for daring to eat the fruit of every tree in the garden, we were expelled from the Eden the animals still inhabit and we were sent away with the two great Jewish afflictions to bear as our penance: indigestion and guilt." (pág. 253)
El primer día de verano de este año, a tres días del comienzo oficial del verano, encendieron las torres de refrigeración de los edificios de mi urbanización. Estaba ya en casa cuando un flujo de agua empezó a caer. Al principio sonó como una cisterna de un váter que se llena continuamente. Después de varias horas, harto y empeñado en encontrar la fuente del ruido, salí a darme una vuelta por todas las plantas de mi edificio y caí en la cuenta de que las culpables del ruido podrían ser las torres de refrigeración. Hablé con el conserje esa madrugada y con la presidenta de la comunidad la noche siguiente, y parece que todo el mundo es consciente de los ruidos del sistema de aire acondicionado y que todos encogen los hombros y están dispuestos a soportarlos verano tras verano, veinticuatro horas al día, siete días a la semana, por el resto de sus vidas. Lo que es contra natura es pagar un piso de mierda a precio de oro con un sistema de refrigeración ruidoso tanto para los que tienen el aire acondicionado instalado como para los que no, y quedarse como un corderito soportando el ruido sin pedir responsabilidades a nadie. Ya que ellos no se mueven, me moveré yo.

[Textos extraídos de Stephen Fry, Moab is My Washpot, Arrow Books, 1998. El segundo texto lo he copiado y pegado del blog "bristling badger"]

Esta entrada es un ejemplo de cómo utilizar un texto como referencia para decir algo que no tiene nada que ver con él. Los que me conocen ya están acostumbrados.