Friday 5 September 2008

Inundación

El jueves fui a la piscina a mi primera clase de natación de la temporada. Llegué un par de minutos antes del cierre de la taquilla, saqué la tarjeta, llamé la atención de una chica que se encontraba detrás de la ventanilla, algo alejada, hablando con alguno que estaría por allí sentado, y, cuando se me acercó, le dije que tenía domiciliación bancaria y quería que me apuntase el mes en el tarjeta. Me pidió que le diese la otra tarjeta. Le dije, "No tengo otra tarjeta". Me respondió, "Tienes que tenerla". "No, esta es la única que tengo", insistí. "A ver, ¿viniste a renovar la tarjeta para la temporada 2008/2009 en julio?" "No". "Vale, entonces no estás apuntado", y miró en el ordenador. "Lo siento, no quedan plazas". "Qué se le va a hacer. Gracias".

Pensé, No hay mal que por bien no venga. Hoy llegaré temprano a casa. Puedo ver las noticias y prepararme algo de cena y relajarme. A las nueve y cuarto estaba en casa. Me cambié de ropa y, como es costumbre, entré en el baño con la luz apagada. Normalmente la claridad de la sala es suficiente para estas visitas breves al baño. Crucé el umbral de la puerta, di un paso al interior y me resbalé. ¿Qué está pasando aquí?, pensé sorprendido. Me aferré al lavabo para no caerme. Miré al suelo, no se veía gran cosa, me acerqué a la puerta con cuidado, rodeé la jamba con mi brazo izquierdo y encendí la luz. El suelo estaba encharcado y por uno de los laterales de uno de los paneles del falso techo caían varias sucesiones de gotas.

Salí del piso para hablar con los del ático. Empujé la barra de la puerta de las escaleras, subí los dos tramos de peldaños, giré la manija de la puerta que conduce a los áticos y, al abrirla, sin poder dar un paso más, me encontré con un panorama desolador: caían chorros de agua de una compuerta del techo y los suelos estaban inundados y las paredes empapadas. Estaba claro que la culpa no era de los del ático después de todo, sino de las torres de refrigeración.

Esa noche, mientras tratábamos de solucionar el problema, entré por primera vez en una torre de refrigeración, vi el problema de primera mano, conocí a la presidenta de la comunidad, a la vecina del C, a la del ático A, principal perjudicada, con todo el suelo de parqué destrozado, un cuadro humedecido y arruinado, y las paredes, ya algo desconchadas después de las inundaciones de años precedentes (tres inundaciones en los cuatro años que ha vivido en él) y las respectivas reparaciones chapuceras, con una gran necesidad de una buena mano de pintura. Cuando volví a casa más de dos horas después, con ganas de pasar por el baño y sin tiempo para preparar la cena o para ver las noticias o relajarme, solo pude secar el suelo del baño, picar alguna cosa y conectarme un rato a internet antes de irme a dormir.

Y no puedo quejarme. Fue una noche más emocionante que la mayoría y conocí a algunas de mis vecinas. No hay mal que por bien no venga.

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