Thursday 10 June 2010

La muerte


Ayer venía pensando en el avión en el título de esta entrada y concluí que lo mejor sería dejar la poesía a un lado y, ya que se debatía entre la vida y la muerte, escribir un simple "Entre la vida y la muerte". A estas horas ya no hay transicion posible, ni esperanza, y sobra el "entre" y "la vida". Ojalá hubiese podido captar con la cámara lo que más voy a echar de menos de él —de él que llegó a casa como gatita, con nombre Ghato, o Miki, o Matou, pronunciado en francés [ma'tu], con el significado de gato, y no en gallego [ma'tou], tercera persona singular del pretérito del verbo matar, que matar no ha matado a nadie, sólo se ha muerto prematuramente, con el tamaño de un pie —un número 40— y un peso de 400 gramos; y salió de la clínica veterinaria como un señor gato, con una ligera hipotermia y posible daño cerebral, envuelto en una manta y dentro de una cajita de fresas—: nunca olvidaré sus andares alegres cada vez que le abría la puerta de la cuadra en la que dormía, y aparecía inmediatamente con sus dulces maullidos, mirándome a los ojos; y saltaba al césped, y trepaba con esfuerzo hasta la terraza trasera de la casa, por donde me seguía, reclamando mi atención con más maullidos insistentes, a veces tratando de subírseme por las perneras del pantalón y, cuando le dejaba, alojándose en mi regazo, jugando a meter su cabecita en mi barriga y matándome a cosquillas.


Ya lo venía sospechando, pero no fue hasta que se lo oí hace unos meses a Albert Espinosa en un programa de Buenafuente al que fue a presentar su último libro "Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo", que me di cuenta de que no era una chorrada mía y que por lo menos ya éramos dos los que pensábamos de esa manera: la ternura debe de ser una de las cualidades más importantes en la vida, algo que inconscientemente busco y que rara vez encuentro, y que cuando lo hago, descubro con tristeza que es volátil y se acaba pronto.

Tuesday 1 June 2010

El viaje del elefante (Saramago)

Ocurrió que, a la mañana siguiente, apareció en el todavía apenas despierto campamento un emisario de la basílica de san antonio. Aunque no hubiera usado exactamente esos términos, dijo venir mandado por un superior del equipo eclesiástico del templo para hablar con el cuidador del elefante. Tres metros de altura se ven de lejos, y el bulto de solimán casi llenaba el espacio celeste, pero, incluso así, el cura pidió que lo acercaran. El coracero que lo acompañaba fue a despertar al cornaca, que, enrollado en su capote, todavía dormía, Hay un cura ahí, dijo. Optó por hablar en castellano, y fue lo mejor que podía hacer, dado que los limitados conocimientos de la lengua alemana de que el cornaca se había dotado hasta hoy aún no le daban para comprender una frase tan compleja. Fritz abrió la boca para preguntar qué quería el padre, pero luego la cerró, no se fuera a crear allí una confusión lingüística que no se sabe adónde los conduciría. Se levantó, pues, y se dirigió hacia el sacerdote, que lo esperaba a una distancia prudente, Vuestra paternidad quiere hablar conmigo, preguntó, Así es, hijo mío, respondió el visitante poniendo en estas cuatro palabras todas las reservas de unción de que disponía, Diga entonces, padre, Eres cristiano, fue la pregunta, Fui bautizado, pero por mi color y por mis facciones, vuestra paternidad ya debe de haber visto que no soy de aquí, Sí, supongo que serás hindú, pero eso no es impedimento para que seas un buen cristiano, No seré yo quien lo diga, ya que tengo entendido que elogio en boca propia es vituperio, Vengo a hacerte una petición, pero antes quiero que me digas si tu elefante es de los enseñados, Enseñado, lo que se llama enseñado, en el sentido de saber unas cuantas habilidades de circo, no es, pero suele comportarse con la dignidad de un elefante que se respeta, Serás capaz de hacer que se arrodille, aunque sea sólo con una pata, Sepa vuestra paternidad que nunca lo he experimentado, pero he observado que solimán se arrodilla motu proprio cuando quiere acostarse, ahora de lo que no puedo estar seguro es de que lo haga si yo se lo mando, Puedes experimentar, Sepa vuestra paternidad que la ocasión no es la mejor, por la mañana solimán está casi siempre de mal humor, Puedo volver más tarde, si te parece conveniente, lo que aquí me trae no es sangría desatada, aunque mucho convendría a los intereses de la basílica que aconteciese hoy, antes de que su alteza el archiduque de austria parta hacia el norte, Aconteciese hoy, qué, si no soy demasiado osado preguntando, El milagro, dijo el padre juntando las manos, Qué milagro, preguntó el cornaca al mismo tiempo que sentía la cabeza dándole vueltas, Si el elefante fuera a arrodillarse ante la puerta de la basílica, no te parece que sería un milagro, uno de los grandes milagros de nuestra época, preguntó el sacerdote volviendo a unir las manos, No sé nada de milagros, en mi tierra, allí donde yo nací, no los hay desde que el mundo fue creado, imagino que toda la creación sería un milagro junto, pero después se acabaron. Ahora estoy viendo que al final no eres cristiano, Vuestra paternidad decidirá, a mí me dieron unas ligeras nociones de cristianismo y bautizado soy, pero tal vez todavía se note lo que está debajo, Y qué es lo que está debajo, Por ejemplo, ganesh, el dios elefante, el que está allí sacudiendo las orejas, vuestra paternidad me va a preguntar cómo sé que el elefante solimán es un dios, y yo responderé que si hubiera, como hay, un dios elefante, tanto puede ser este como cualquier otro, Por lo que todavía espero de ti, te perdono las blasfemias, pero, cuando esto termine, tendrás que confesarte, Y qué espera vuestra paternidad de mí, Que lleves al elefante a la puerta de la basílica y lo hagas arrodillarse, No sé si seré capaz, Inténtalo, Imagine vuestra paternidad que llevo al elefante y él se niega a arrodillarse, aunque yo no entienda mucho de estos asuntos, supongo que peor que no haber milagros es encontrarse con un milagro fallido, Nunca habrá sido fallido si de él quedan testigos, Y quiénes serán esos testigos, En primer lugar, todos los sacerdotes de la basílica y cuantos cristianos dispuestos consigamos reunir a la entrada del templo, en segundo lugar, la voz pública que, como sabemos, es capaz de jurar lo que no vio y afirmar lo que no sabe, Incluyendo creer en milagros que nunca existieron, preguntó el cornaca, Esos son los más sabrosos, da trabajo prepararlos, pero el esfuerzo que requieren en general es compensador, además, aliviamos de mayores responsabilidades a nuestros santos, Y a dios, A dios nunca lo importunamos para que haga un milagro, es necesario respetar la jerarquía, como mucho recurrimos a la virgen, que también está dotada de talentos taumatúrgicos, Me está pareciendo, dijo el cornaca, que por vuestra iglesia católica circula mucho cinismo, Tal vez, pero si te hablo con tanta franqueza, respondió el sacerdote, es para que comprendas que necesitamos ese milagro, ése o cualquier otro, Por qué, Porque lutero, a pesar de haber muerto, anda causando gran perjuicio a nuestra santa religión, todo cuanto pueda ayudarnos a reducir los efectos de la predicación protestante será bienvenido, recuerda que hace poco más de treinta años fueron fijadas sus nefandas tesis a las puertas de la iglesia del castillo de wittenberg y el protestantismo va arrastrándose como una inundación por toda europa, No sé nada de esas tesis, sean lo que sean, Ni necesitas saberlo, basta que tengas fe, Fe en dios, o en mi elefante, preguntó el cornaca, En ambos, respondió el padre, Y cuánto voy a ganar con esto, A la iglesia no se le pide, se le da, En ese caso, vuestra paternidad debería hablar con el elefante, visto que de él depende el buen resultado de la operación milagrosa, Tienes una lengua descarada, ten cuidado, no la pierdas, Qué es lo que sucederá si llevo al elefante hasta la puerta de la basílica y él no se arrodilla, Nada, a no ser que sospechemos que la culpa es tuya, Y si así fuera, Tendrías fuertes motivos para arrepentirte. El cornaca creyó más conveniente rendirse, A qué hora desea vuestra paternidad que lleve el animal, preguntó, Lo quiero allí a mediodía en punto, ni un minuto más, Y yo espero que el tiempo me alcance para meter en la cabeza de solimán que tendrá que arrodillarse a los pies de vuestras paternidades. No a los nuestros, que indignos somos, sino a los de nuestro san antonio, y con estas pías palabras se retiró el padre a darles cuenta a sus superiores de los resultados de la evangélica diligencia, Pero hay esperanzas, le preguntaron, Las mejores, aunque estemos en manos de un elefante, Un elefante no es un caballo, no tiene manos, Es una manera de hablar, como decir, por ejemplo, que estamos en manos de dios, Con la gran diferencia de que, efectivamente, estamos en manos de dios, Alabado sea su nombre, Alabado sea, pero volviendo a la madre del cordero, por qué estamos en las manos del elefante, Porque no sabemos lo que hará cuando se encuentre ante la puerta de la basílica, Hará lo que le mande el cornaca, para eso está la enseñanza, Confiemos en la benevolente comprensión divina de los hechos de este mundo, si dios, como suponemos, quiere ser servido, convendrá que dé una ayuda a sus propios milagros, esos que hablarán mejor de su gloria, hermanos, la fe lo puede todo, dios actuará, Amén, voceó en coro la congregación preparando en su cabeza el arsenal de oraciones consiguientes.

***

El pasado es un inmenso pedregal que a muchos les gustaría recorrer como si de una autopista se tratara, mientras otros, pacientemente, van de piedra en piedra, y las levantan, porque necesitan saber qué hay debajo de ellas. A veces les salen alacranes o escolopendras, gruesos gusanos blancos o crisálidas a punto, pero no es imposible que, al menos una vez, aparezca un elefante, y que ese elefante traiga sobre la nuca un cornaca llamado subhro, nombre que significa blanco, palabra esta totalmente desajustada con la figura que, a la vista del rey de portugal y de su secretario de estado, se presentó en el cercado de belén, inmunda como el elefante que debería cuidar.
(...)
En el fondo, hay que reconocer que la historia no es selectiva, también es discriminatoria, toma de la vida lo que le interesa como material socialmente aceptado como histórico y desprecia el resto, precisamente donde tal vez se podría encontrar la verdadera explicación de los hechos, de las cosas, de la puta realidad. En verdad os diré, en verdad os digo que más vale ser novelista, ficcionista, mentiroso.
José Saramago, El viaje del elefante, Punto de Lectura, Santillana Ediciones Generales, 1ª edición, Madrid, 2010, pp. 35, 196-201 y 237.