Friday 29 August 2008

¿Hay vida después de la Expo?


Único planeta 'mul' (vídeo del pabellón de Corea)

El miércoles volví a Madrid en el Talgo: salida a las dos de la tarde de Santiago de Compostela y llegada a Chamartín a las nueve de la noche, con adición de vagones procedentes de Pontevedra y Vigo en Ourense sobre las tres y media y cambio de locomotora y de ancho de vía (de 1668 a 1435 mm) pasada Medina del Campo cuando faltaban diez minutos para las ocho. En el tramo gallego, mi atención se dividía entre el libro que iba leyendo, la película "Mr Magorium y su tienda mágica" que ponían en el tren y las vistas de imponentes viaductos en construcción que salvaban los pronunciados desniveles entre montañas a lo largo de todo el recorrido. Las montañas fueron dando paso poco a poco a verdes campos en la provincia de Zamora, y estos se fueron tornando dorados a medida que nos adentrábamos en el corazón de Castilla, con predominio de fincas de hierba seca, latifundios con pacas de paja esparcidas por toda su extensión y campos de girasoles. En Medina del Campo cambió el sentido de la marcha (empezamos a ir de culo, hablando mal y acabando pronto) y con el cambio de locomotora unos minutos después el tren se deslizó ligero por amplias llanuras en las que destacaban los altos campanarios de las iglesias de pequeños pueblos que se divisaban en el horizonte bajo un cegador sol poniente. A las ocho treinta pasábamos por la estación de Segovia-Guiomar y a las nueve ya veíamos las cuatro torres desde los andenes de Chamartín.

Una semana antes también había llegado a Madrid, pero, a diferencia de hace dos días, en esa ocasión venía de Zaragoza y sólo me quedaría una noche. A las dos de la tarde del día siguiente volvería a ver las cuatro torres desde los mismos andenes de Chamartín, y volvería a pasar por Segovia-Guiomar y a contemplar los mismos paisajes pero en sentido inverso. No voy a detenerme en detalles. Tampoco me pararé a describir el recinto ferial de la Expo, mi mundo durante dos semanas, el pequeño microcosmos en el pude abstraerme de absolutamente todo y descansar la mente (no así el cuerpo). Quien esté interesado puede consultar cuanta información requiera en la página oficial de la Expo. Uno de los enlaces de esa página, en el menú de la izquierda, lleva al blog de los voluntarios, de donde es posible, tras una breve exploración, extraer suficientes ideas como para entender perfectamente las labores tan poco exigentes que nos encomendaban, lo que no quiere decir que no fueran apreciadas por algunos. Un día una señora se me acercó en la estación de Zaragoza-Delicias y me dijo: "Quería agradeceros vuestra labor. ¡Los voluntarios sois la sal de la Expo!". ¡Toma!: Voluntarios 1, polivalentes 0 (los polivalentes eran los trabajadores de la Expo. Realizaban más o menos el mismo trabajo que nosotros, pero con pantalones largos y cobrando por ello).

Miro las fotos de la Expo y me reconozco en ellas, recuerdo a la gente que me rodea, la situaciones, los sonidos que me evocan; puedo rememorar las conversaciones, algunos gestos graciosos, el corretear de unos, el hablar vacilante de otras, las aparentes fanfarronadas del que queda, las risas de todos; me doy cuenta de cuándo estaba eufórico y cuándo apesadumbrado, de los momentos de agotamiento supremo, como nunca antes había experimentado, del aburrimiento y de la lucidez, de cuándo se me iluminaban los ojos y cuándo no me importaba ya nada. Pero esas instantáneas no capturaron el espíritu. Las veo y no me hacen sentir lo que sentí, solo me traen recuerdos.

Monday 4 August 2008

Nos vemos en Zaragoza

Felices vacaciones a todos. Yo me voy a Zaragoza en unas horas. Si alguien se anima a ir, nos veremos allí, ya sabéis dónde.

Sunday 3 August 2008

¡Escuchamé con los ojos!

Y se entregaron incondicionalmente a la felicidad. Al principio, estaban pendientes en todo momento uno del otro, se hacían mimoserías, se miraban extáticos en los intermedios de los cines o bajo la luz de las farolas, intercambiaban en las comidas los más escogidos bocados, mi cielo, mi amor, se llamaban por teléfono varias veces por la mañana, ¿cómo estás?, ¿te has acordado de mí?, ¿a que no adivinas qué estoy haciendo ahora mismito?, y como todo en ellos era noticiable, parecía que al regresar Tomás del instituto se reencontraban tras una larga ausencia rica en andanzas y sucesos que había que contar con toda suerte de detalles. Pero luego, cuando se fueron gastando los signos que celebraban la dicha a cada instante, y cuando la costumbre vino a liberarlos de la fatiga diaria del asombro, y los días empezaron a confundirse unos con otros, entonces fue como si la felicidad no estuviese ya hecha de episodios claros y distintos sino de la misma sustancia pura y abstracta de la felicidad, como si habitasen en un lugar en el que el Limbo y el Paraíso mezclaban sus fronteras. De toda la muchedumbre de sobrenombres, sólo sobrevivió el de Tomy, y ella se quedó meramente en Marta.

Y bien: así debía ser. Porque aquellas hogueras deslumbraban más que calentaban, y uno agradecía la humilde constancia de los rescoldos en esa hora en que los esplendores del día comienzan también a declinar. Y entonces sobrevino ese tiempo en bruto que aparece apenas significado en las novelas y en los dramas que tantas veces él había estudiado y comentado en clase, meses y años que se resuelven en unas líneas, despachados a granel sin mayores escrúpulos, porque es un tiempo sin relieve, que no interesa ni al pensamiento ni a la acción, tiempo no vivido con singularidad, tiempo gris, donde la costumbre hace por adelantado el trabajo que es propio del olvido.
Luis Landero, Hoy, Júpiter, Tusquets Editores, 1ª edición, 2007, págs. 113-114.

Y en la página 115 dice:

Hábitos que misteriosamente fortalecen la vida en común, pero a la vez la debilitan, piensa Tomás, o lo pensará años después, cuando recuerde cómo el amor y la costumbre fueron haciendo causa común hasta fundirse en un único sentimiento de términos ya indistintos, y tan resistente y duro como el pedernal.
Según el Diccionario Panhispánico de Dudas:

Como 1.d) Funciona como conjunción completiva equivalente a que, introduciendo oraciones subordinadas sustantivas de complemento directo. Hoy solo es normal su empleo con los verbos de percepción ver y oír, y sus sinónimos: «Ya verás como no va a pasar nada» (ASantos Estanquera [Esp. 1981]); «El día se inicia con una mañana helada, después llueve y hasta puede nevar, pero siempre observará como la luz del sol va aumentando» (Nacional [Ven.] 12.1.97); «Oyó como se abría una puerta y vio entrar a un soldado» (Chamorro Cruz [Esp. 1992]); «Se escucha como varias voces empiezan a contestar a este último grito» (López Vine [Méx. 1975]). Su uso con otros verbos resulta hoy algo forzado y, en su lugar, se prefiere la conjunción que: en la actualidad no diríamos Me dijo como no podía pagarme, sino Me dijo que no podía pagarme. Con este valor conjuntivo, como es átono y se escribe sin tilde. No obstante, se hace a veces tónico por contaminación con el adverbio interrogativo de sentido modal cómo, ya que, con verbos de percepción, como es el caso de ver y oír, la noción de modo, aunque secundaria, está también presente en los enunciados; así, en la oración Vio como los policías saltaban la valla, la percepción del hecho en sí [= vio que los policías saltaban la valla] es indisociable del modo en que se ejecuta la acción [= vio de qué modo los policías saltaban la valla]. Pero a pesar de pronunciarse tónico, el como conjuntivo debe seguir escribiéndose sin tilde para diferenciarlo del adverbio interrogativo cómo. Esta distinción es en algunos casos determinante a la hora de interpretar correctamente un enunciado: en Ya verás como canta Juan se transmite al interlocutor la seguridad de que Juan va a cantar, mientras que en Ya verás cómo canta Juan se pondera anticipadamente ante el interlocutor la forma de cantar de Juan.