Friday 11 April 2008

Decepción (and deception)

Me acaba de llamar el del piso de Legazpi para decirme cuánto lamenta tener que comunicarme que hayan decidido alquilarle el piso a otro. Ayer justamente me llamó para decirme que había pasado el filtro del seguro de la Agencia Municipal del Alquiler y hacerme unas preguntas, después de lo cual me confió que yo era el primero al que llamaba de las personas que habían pasado el filtro y que iba a llamar al resto a continuación (puro trámite) pero que iba a ser yo ("Vas a ser tú", dijo, palabras textuales), a lo que respondí, "ah, genial, gracias".

La conversación de hoy fue así:

Suena el teléfono. Lo saco del bolsillo deseando que sea el del piso. Miro el número. Es un 667 etc. etc. Digo, "Bah, no, este es Luis". Contesto: "¿Sí?" Oigo la voz del del piso. "Soy Ramón, el dueño del piso de Legazpi". Respondo, "¡Sí!" exultante, "hola, estaba esperando tu llamada". "Lamento decirte que hemos decidido alquilarle el piso a otra vivienda... digo... persona". Paso del gozo al descrédito (¿estaré oyendo bien?). "Vaya", contesto. "Quería decírtelo personalmente ya que ayer hablé contigo". "Bueno... gracias", le digo. "Hasta luego". "Hasta luego". Cuelgo. "¿Qué?", pregunta Tarik asomando la cabeza por detrás del monitor de mi ordenador. "No", contesto, y me sumo en una tristeza profunda que aún me dura ahora.

Monday 7 April 2008

El pirulo y el surtidor multicolor

Antes de las quemaduras del sábado, en el parque de la Elipa, muy cerca del cementerio de la Almudena:


Después, en Casa de Campo:

Las quemaduras son para el invierno

Vuelvo a escribir una entrada en este blog después de tanto tiempo, ahora ya descamisado y pegajoso, con las orejas calientes, a 24ºC de temperatura ambiente y con una humedad relativa del 75%, en este último día (al parecer) de este primer veranillo de primavera que me ha recordado que el tiempo se me echa encima y ya es hora de encontrar otro piso que me permita pasar el incipiente verano de una manera medianamente digna. Como las aves migratorias, de aquí para allá buscando el lugar idóneo.

Ayer encontré un posible candidato. Se trata de un piso que se alquila a través de la Agencia Municipal del Alquiler... sí, la misma que cuando pasé por su oficina de la calle Hortaleza 11 hace unos meses para pedir información sobre el servicio y dejar mis datos, salí tan descorazonado y humillado, que media hora después estaba en una sucursal de mi banco en la plaza de la Cebada preguntando si me podrían ofrecer un préstamo hipotecario y de qué importe, y varias horas más tarde, al término de mi clase de natación, al lado de la boca de metro de Estrecho, me enzarzaría en una conversación eterna con mi hermana, desde mi desconocimiento y motivada por la desesperación, sobre las grandes posibilidades de la inversión inmobiliaria (sobra decir que por mí mismo no podría optar a más que un zulo como este en el que vivo, de manera que para qué cambiar) al margen del vaivén de personas en la acera de los impares de la calle de Bravo Murillo. El piso es un quinto con vistas al jardín central del edificio (no tiene vistas interesantes por tanto. No podía ser tan perfecto). El jardín es grande, con patios de juego, vegetación cuidada y dos piscinas. Pero lo más importante es que desde las ventanas de la sala y la habitación se puede ver el cielo (parece mentira que algo tan fundamental sea lo más importante a encontrar en un piso). La zona en que se encuentra el edificio, si bien es muy tranquila y carente de vida, pertenece a una área que, a pesar de su juventud, ya se ve bastante consolidada y está excelentemente comunicada. El piso está a tan solo un minuto del metro Arganzuela-Planetario y a cinco de la estación de Legazpi, muy conveniente esta última tanto para ir al Carrefour de Ciudad de Los Ángeles como a Moncloa, que son los sitios a los que voy en un 95% de ocasiones. El resto del tiempo suelo pasar por Sol y aledaños, adonde también me lleva esta línea de metro en unos siete u ocho minutos.

El piso consta de una sala grande con armario empotrado, un dormitorio de un tamaño razonable, también con armario empotrado; una cocina inmensa en comparación con todas las que he visto hasta ahora (¡¡incluso le queda un hueco para meter el lavavajillas!!) y un baño con ducha (y no bañera). Su mayor inconveniente es el gotelé, que detesto (me he enterado de que gotelé, palabra que aprendí muy recientemente --afortunadamente en Galicia no se lleva este bodrio, o al menos no se llevaba, ¡puede que me haya quedado desfasado!--, viene del francés gouttelette. Si los franceses también han sido los descubridores del invento...bufff... menuda aportación más ridícula que han hecho a la humanidad).

Mañana llevaré la documentación que me piden a la oficina del alquiler y crucemos los dedos. Por cierto, estoy muy en desacuerdo con la campaña de la Agencia Municipal del Alquiler. No todos los inquilinos somos unos descerebrados okupas anarquistas. De hecho supongo que la mayoría no lo somos, y me parece muy mal que me comparen con la chica de la taladradora o con los fiesteros de los carteles que se exhiben en las estaciones de metro y en las marquesinas de las paradas de autobuses de la EMT.

Ayer, después de ver el piso, nos fuimos Tarik, Iván (un amigo de Tarik) y yo a completar el Anillo Verde Ciclista. Salí sin guantes y sin protector solar, y tengo las manos destrozadas y los brazos y las piernas chamuscadas. Por la noche, en cama con solo una sábana por primera vez este año, pensaba que las quemaduras serían ideales para las frías noches de invierno. Mis brazos son estufas. Desgraciadamente siempre se producen en verano, y se van sumando una tras otra, y sus daños también se van sumando, y, aparte del dolor momentáneo que producen, quizá algún día den lugar a algo serio. Tengo que ser más cuidadoso. Siempre podría haber dado la vuelta y haberme vuelto a casa a coger la crema solar de factor 40 del armario del cuarto de baño.