Monday 21 July 2008

¡Qué bien se está en la nevera!


Ce perfecțiune!, exclamé tras haber cortado tres lonchas de queso y haberlas troceado en pequeños rectángulos. Da. Pasaba de la medianoche, el cazo estaba al fuego con dos salchichas y Oana había terminado de exprimir todas las naranjas que quedaban en uno de los cajones de la nevera. Encerrados en la sauna que era la cocina, Chris, Oana y yo esperábamos a que hirvieran las salchichas picoteando rectángulos de queso y patatas fritas mientras Mădălina dormía, o lo pretendía, también encerrada, en el dormitorio. Media hora antes habíamos regresado del Parque del Cerro del Tío Pío en el barrio de Numancia de Puente de Vallecas. Con Madrid como escenario, la espesa hierba verde de la ladera noroeste de la colina más septentrional del parque nos había servido de butaca para contemplar el anochecer sobre la ciudad, de vez en cuando entorpecida la contemplación por el vuelo errático de los murciélagos sobre nuestras cabezas o el impacto ocasional de algún insecto en mi oreja, nota de terror y suspense a un sobrecogedor espectáculo de luz y formas geométricas que se desarrollaba a nuestros pies. Mientras tanto, detrás de nosotros, un arsenal de fuegos artificiales estaba preparado para empezar a poner fin a las fiestas del Carmen a medianoche. Pero no llegamos a verlos. A esa hora ya estábamos en casa, habíamos cambiado la colina por la cocina, y disfrutábamos de nuestro momento perfecto. En medio del éxtasis, no hay duda de que producto de su genialidad y no de la obnubilación de su mente por el cansancio y el calor, Chris se acercó a la nevera, abrió la puerta para sacar alguna cosa y, mientras la cerraba, dijo, ¡Qué bien se está en la nevera! Las horas pasaron, llegaron las cinco, sonaron las alarmas, se llamó a Radio Taxi, el taxi apareció a su hora, despedidas, besos y simples adioses, remordimientos, volvimos a la cama los que quedamos, más despedidas. Se cerró la puerta y ya sólo quedé yo. Ahora no hay nadie y digo ¡qué bien se está solo! (¡qué tranquilidad!), a la vez que ¡cuánto se echa de menos la compañía!

2 comments:

Oana Balas said...

Huy, eso sí. Una verdad impepinable (¡por fin! ocasión de utilizar este adjetivo con increíble sabor a hortalizas).

He colgado las fotos en la web, tras una sumamente permisiva y no muy atenta selección. Vistazo aquí: http://picasaweb.google.com/oana.balas.

Y – no en último lugar, claro está – gracias por todo. Has sido un anfitrión inigualable al aceptarme en tu pequeño – pero tan simpático, de perfecta y calurosa geometría, acogedor a pesar de la fiebre estival – piso del pcinco, que por duras pruebas pasó al tener que recibir tres visitantes en vez de dos :D Gracias por el telesférico, por el inolvidable Parque de las tetas, por los paseos nocturnos y en definitiva por Madrid, rescatado ya para mis afectos.

Un abrazo,

Oana

ChriSmilla said...

Pues en Santiago estuve mas o menos como en la nevera... ademas una nevera desenchufada, en la que todo goteaba :) Pero ya sabemos que alli la lluvia es arte... y la verdad es que no molesta tanto como en otros sitios.

Y si, la noche del parque de las tetas hubo mucha perfeccion en el aire (a pesar del calor), pero reconozco que mas perfecto todavia me parecio el momento en el que nos encontrabamos los tres al lado del edificio de la obra social (de la caixa era?) con la pared de plantas y tu hablabas con Oana sobre algo que no recuerdo (como se puede ver en esta foto). Aun ahora cuando veo las fotos recuerdo la perfeccion :)

Foarte frumos.

Y tu has sido un santo. Bueno, Oana lo dijo mejor que yo.

Ggacias por todo :)