Sunday 20 January 2008

"Tú no eres interesante para mí"

     —Tú no eres interesante para mí.
     Yo continué caminando a su lado, pero al modo en que un pollo sin cabeza continúa volando, o sea, muerto. Aquella frase me había roto literalmente el corazón. Un cuchillo oxidado no habría tenido efectos más devastadores. Continué andando, pues, por pura inercia hasta su casa y luego seguí hasta la mía sabiendo que ya no era necesario imaginar que iba a morir al minuto siguiente porque ya estaba muerto. Entré muerto en casa y logré alcanzar, muerto, el cuarto de baño para ocultar la trágica situación a la familia. Al mirarme en el espejo reconocí en mi rostro todos los atributos de un cadáver. Tenía la nariz afilada y el rostro pálido como la cera. Sabía que la nariz afilada era un síntoma cadavérico porque se lo había escuchado a mi madre a propósito de una foto del cadáver de Pío XII en el periódico. Ella dijo «nariz afilada» y «rostro cerúleo». Así estaba yo delante del espejo, con la nariz afilada y el rostro cerúleo. No era que la vida hubiera perdido sentido. Es que ya no había vida.
     Estar muerto era en mi situación un consuelo, pues cómo soportar vivo, no ya aquel rechazo, sino aquella humillación. Tú no eres interesante para mí. En una de las miles de veces que repetí la frase, reconstruyendo la situación para ver si le encontraba una salida, pensé que entre el «tú no eres interesante» y el «para mí» había habido una pequeña pausa, una cesura, que dejaba una vía de escape. Quizá había dicho: «tú no eres interesante, para mí.» La coma entre el «interesante» y el «para mí» venía a significar que podía ser interesante para otros, incluso para el mundo en general. Era la primera vez que le encontraba utilidad práctica a un signo ortográfico, la primera vez que le encontraba sentido a la gramática. Quizá al colocar aquella coma perpetré un acto fundacional, quizá me hice escritor en ese instante. Tal vez descubrimos la literatura en el mismo acto de fallecer.
     Y bien, ¿podía salir del cuarto de baño e incorporarme a la vida familiar confesando que me había muerto (de amor)? Era evidente que no, de modo que tenía que fingir que continuaba vivo, ya veríamos durante cuánto tiempo. Si llevaba meses ocultando mi condición de espía, ¿por qué no ocultar ahora mi condición de finado? Por unas cosas o por otras, nunca pertenecía al mundo en el que me hallaba, ahora porque ellos estaban vivos y yo no. Me lavé la cara, abrí la puerta y me mezclé con la familia fingiendo que era uno de ellos.
Juan José Millás, "El mundo"

Ayer terminé "El mundo", de Juan José Millás. Me ha parecido un libro estupendo. Sin embargo, su lectura no ha sido una experiencia totalmente gratificante. A veces, mientras leía, en vez de escuchar en mi mente mi voz, esta se desvanecía y se colaba en ella la voz del Carlos adulto, narrador de "Cuéntame cómo pasó". Era algo que odiaba. No me gusta su tono al contar las cosas en la serie y no me gustaba que se metiera en mi cabeza y se apropiara de mis vivencias, de mi imaginación. Siempre buscaba la forma de espantar esa voz y que la mía regresara. Últimamente veo mucho "Cuéntame". Lo sigo en Clan TVE. No hay nada mejor en la tele a esas horas y, de alguna manera, me ha enganchado.

También me tuve que escapar en un par de ocasiones vagón abajo en el metro para alejarme de desconsiderados con la música del móvil alta que me distraían.

1 comment:

ChriSmilla said...

para Chris
con un tren
de Juanjo Millas

gracias :)