Wednesday 1 October 2008

Los avioncitos de las narices

Ahora entiendo lo que sufren los que viven cerca de un aeropuerto. Llevamos más de media hora soportando los continuos ires y venires de aviones militares por encima de nuestras cabezas. Cuando empezaron a pasar los primeros, cambié a Telemadrid para ver si informaban de lo que estaba ocurriendo, y fue Carlos Berzosa, Rector Magnífico de la Universidad Complutense, el que, al teléfono desde el hotel Ritz, entrevistado en relación con la Universidad de Mayores, se quejaba del rebumbio que no le dejaba oír, y se preguntaba a qué podría deberse. Los presentadores de Buenos días, Madrid, muy prestos, dejaron caer que el 12 de octubre es El Pilar, y dijo él, "Ah, se tratará de un ensayo", y yo, "Ah, tiene sentido". A veces hablo solo. No había caído en que en un par de semanas es El Pilar.

Si estoy aquí en casa a esta hora escribiendo, y si he podido consultar la televisión autonómica, que no suelo ver salvo por accidente —como ocurrió a principios de esta semana, lo que me sirvió para darme cuenta de que hay crisis, y de la gorda, recesión (¡gracias, Telemadrid!, muy especialmente por regalarnos el Diario de la Noche, con el imparcialísimo Hermann Tertsch, y por ser la causa de tanta tranquilidad cuando me voy a la cama y tan felices sueños), si ya me lo decía Tania hace quince días, "Jose, no te compres una nueva portátil, que estamos en crisis", y lo repetía taxativa mi hermana mayor, "¡No, no, la respuesta es no!"—; si estoy en casa a esta hora, repito, es porque tengo a un par de albañiles en el baño cambiándome el falso techo después de que se mojaran tres de los paneles en la inundación. Llevan ahí desde las nueve. Llegaron con el material, se pusieron manos a la obra de inmediato e inmediatamente el más experimentado exclamó: ¡Qué calor! Como si esa frase, qué calor, fuera una consigna secreta del superior al subordinado, el desencadenante de lo que estuviera por venir, ambos empezaron a quitarse la chaqueta. Hipnotizado yo también por la consigna y la consiguiente simultaneidad de sus gestos, me miré al pecho y, dándome cuenta de que no había nada que quitar, que estaba ya en camiseta de manga corta, pensé, Vaya, la típica escena de los albañiles, que con la excusa del supuesto calor—la mañana está fresquita, y quedaron las ventanas de la sala y el baño abiertas toda la noche—, se quedan ligeritos de ropa y comienzan una orgía, mal por mí por albergar tal pensamiento, peor por el atrevimiento de estamparlo aquí con total indecencia. Pero no. Salió el ayudante del baño —yo los miraba desde la esquina de la cocina con el dormitorio, más que nada para asegurarme de que no encendían la sierra eléctrica y me llenaban el piso de serrín y polvo de vinilo—, y dejó la chaqueta en el respaldo de la silla de comedor más próxima a él, encima de mi camiseta roja. Es un misterio lo que hizo el jefe con su chaqueta. Lo vi en ademán de quitarse algo y ciertamente se puso a continuación un chaleco, pero, ¿qué fue lo que se quitó y dónde lo dejó?, ¿saldría acaso el ayudante con las chaquetas de los dos en un fajo y las podría encima de mi camiseta roja? Aunque parecería que la distancia que recorrió fue la suficiente para que se demoraran los segundos que uno tardaría en leer el relato de los hechos, debo puntualizar que en realidad todo ocurrió de forma casi inmediata, él no se vio en la necesidad de dar más de dos pasos, el piso tampoco da para largos paseos, y, al volverse, me dijo riendo, ¡Hace calor!, y yo pensé, Uy uy uy, aunque dije, Bueno..., ni lo afirmo ni lo niego. Pero dejadme que repita, No. Que no hubo escena típica, si es que típico es de albañiles implicarse en asuntos tan turbios en horario laboral y no es de fontaneros o butaneros, o no es escena típica de ninguno y estas cosas solo se le pasan a uno por la cabeza a las nueve de la mañana después de haber dormido sólo cuatro horas e irse a la cama con un par de filetes de merluza empanados congelados en el estómago, de estos que hay que hacer en la freidora, pero que uno se empeña en hacer al horno, empecinado por el hecho de que eso era lo que buscaba el lunes en el supermercado de El Corte Inglés de Princesa, y eso era lo que creía que había comprado, hasta que en el último minuto se da cuenta de que los 180º de que se habla en el modo de preparación no se referían a la temperatura del horno, sino a la del aceite en la freidora, y, radical, se reafirma en su determinación de nunca, nunca, jamás, freír nada en su cocina, que para algo se ha comprado las patatas fritas congeladas para hacer en el horno, mientras mete los filetes en el horno a 220º al lado de las patatas en una bandeja de teflón para pizzas, y estos tardan décadas y décadas en hacerse y no se doran, como mucho se queman, y salen (¡al final salen!, y cuando lo hacen, las patatas ya fueron devoradas tiempo atrás y seguro se han desintegrado ya en agua, proteínas, almidón, fibra, fósforo, potasio, magnesio y un largo etcétera) con el rebozado (no quemado, que conste) completamente duro y del mismo color que cuando entró en el horno, y se enfrenta al plato soso con dos pedruscos aplanados de merluza marronácea clara, pero se los come igual, a desgana, pero igual, que no va a tirar la comida. Sea como fuere, me quedé mirando a los albañiles desde mi posición inicial un rato. Comprobé que utilizaban un práctico e inofensivo cutter para adecuar las dimensiones de los paneles a los huecos dejados por los paneles viejos, y poco después, moralmente obligado a hacer algo útil, me vi envuelto en la temida escena (y no por temida menos típica) en la que me coloco delante del fregadero en la cocina y rasco y rasco y rasco la grasa reseca de la bandeja de teflón, y la bandeja queda toda desgraciada como resultado, pero que nadie se preocupe, que ya lo estaba algo, ya he dicho que la escena no por temida dejaba de ser típica.

3 comments:

NX said...

Hola, Josechu!!!
Oye, el "imparcialísimo Hermann Tertsch" no será más bien la "imparcialidad de Sánchez Dragó"? jeje...
Por cierto, después de este relato cuasi erótico, me puedes comentar....¿qué era el hueco del falso techo? XD!

Besitos

Jose said...

Tú tampoco ves Telemadrid demasiado, ¿no? ¡¡Sánchez Dragó ya no sale en Diario de la Noche!! Ahora bien, si te refieres a que Sánchez Dragó está detrás de los comentarios de su "títere" Hermann Tertsch, que no digo que lo sea ni que no ya que no lo conozco, pues vale. En esas cosas no me meto. Yo veo a un tío muy criticón arremetiendo contra el PSOE, interrumpiedo a los invitados que dicen cosas que no le interesa oír y pienso que él es el responsable de sus comentarios.

NX said...

No sé, pero si no es una marioneta es un calco... Ya has visto que hasta los he confundido... jiji